Crítica de Berberian Sound Studio

Un ingeniero de sonido es contratado para trabajar en un film donde el horror, el miedo y la confusión hacen que no logre distinguir entre la ficción y la realidad.

El giallo es un subgénero cinematográfico nacido en Italia en los años ’70 y se desprende de géneros como el thriller y el terror. La diferencia con éstos últimos es que este abusa de la violencia en cada escena, enfatizándose en el acto de los asesinatos en sí y no tanto en la trama del crimen. Para que esto sea posible hay un elemento que forma parte de la realización del film que es totalmente indispensable: el sonido y su cruda explosión para denotar terror e intimidación. El trabajar en éste podría resultar sencillo pero, ¿qué sucediese si un técnico en sonido se relaciona tanto con la obra en cuestión que le provoca temor y desconcierto?

El gran Toby Jones (The Girl) se pone en la piel de este sonidista, que deja su cálido y placentero hogar para pasar varios días en Italia bajo este proyecto. El film es un claro homenaje al subgénero anteriormente mencionado y desprende un gran paralelismo entre lo que la mente humana puede discernir y lo que no.

La obra cinematográfica en cuestión posee el título del estudio donde se desarrolla la acción de la película y, durante una hora y media, se posiciona como una innovación de lo clásico. No hay que dejar pasar por alto la originalidad con la que está planteado el relato ni la manera de recurrir a los clichés que tan devastados están al día de hoy. Es más, esto se desprende como lo más logrado del mismo y se traduce, en alguna parte, al lograr la selección al Festival de Sitges en el año 2012.

Berberian Sound Studio es el segundo largometraje del director británico Peter Strickland que ya nos había demostrado su faceta violenta en su opera prima Katalin Varga, un drama familiar con tintes místicos. Strickland tuvo que recurrir a uno de los actores británicos más respetados en la actualidad para protagonizar este film y Jones no solamente cumple con su cuota interpretativa, sino que puede lograr que uno se mimetice con el terror psicodélico y complejo de ponerle música a las escenas más violentas que pudieran existir.

La película es una simple obra que se destaca por lo directa que es y, que a menudo que transcurren los minutos, consigue que el turbamiento llegue a nosotros sin poder distinguir lo que el protagonista tampoco puede desmenuzar. Sin lugar a dudas a veces el ser original no significa que se deban desprender acciones sin sentido pudiendo tocar varios géneros y a la vez ninguno. No por nada en Gran Bretaña se habló durante el año 2012 de Strickland y lo que consiguió con este largometraje. Arriesgarse a tocar una clase de cine como el giallo y salir airoso es un resultado totalmente provechoso que puede permitir el resurgimiento de ésta manera de hacer cine tan olvidada por estos tiempos.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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