Crítica de BlacKkKlansman / El Infiltrado del KKKlan

Ron Stallworth, un detective afroamericano de Colorado en 1978 descubre un anuncio en el diario local en el que el Ku Klux Klan está buscando nuevos miembros. No sólo consigue ser miembro, si no que logra ascender hasta convertirse en jefe de la división.

BlacKkKlansman

La de Ron Stallworth es una historia increíble, digna de un paso a la pantalla grande. En las manos de Spike Lee, estos hechos ocurridos hace exactamente 40 años son un contundente golpe hacia la actualidad política norteamericana y a lo que es ser una minoría en Estados Unidos, un país que adolece de los mismos problemas que buena parte de su población creía superados.

BlacKkKlansman abre confiada y con fuerza, con una inesperada participación de Alec Baldwin como el Dr. Kennebrew Beauregard. Cual si fuera una propaganda sin editar en la que a veces pierde el hilo y necesita confirmar sus líneas, lanza su verborrágico discurso de odio frente a las cámaras mientras se exhiben fragmentos de The Birth of a Nation de D.W. Griffith. No es el único momento en que se hará referencia a este colosal éxito de 1915. Spike Lee tiene algo que decir respecto a esta oda al racismo, considerada significativa en términos culturales por lo que representó como pieza cinematográfica en sí, a pesar de ser un incendiario y repudiable panfleto discriminatorio en términos de contenido.

Esta introducción potente nos pone en situación. El grueso de la película transcurre en 1978, una década después de la muerte de Martin Luther King, tiempo después del auge del Movimiento por los Derechos Civiles y de la Guerra de Vietnam. Ron Stallworth es el primer oficial afroamericano de Colorado Springs, en donde todavía hay resabios de ese odio rancio. Como si los últimos años no hubieran sucedido. O peor, revitalizados por los sucesos de esos tiempos. Sin cambio de consciencia, el hecho de que algunos ganen derechos es síntoma de creciente amenaza y de llamado a la acción. Hay que combatir al negro, que 70 años después sigue siendo visto bajo el lente grotesco de El Nacimiento de una Nación. Y en ese panorama de tensa calma y preparación para el estallido, Ron Stallworth logra infiltrarse al KKK.

BlacKkKlansman

La premisa es fenomenal. Un negro que se adentra en las filas de los supremacistas blancos para desbaratarlos desde adentro. Nos presenta a John David Washington -el hijo de Denzel- como un héroe del blaxploitation, movimiento de la época al que se homenajea. «Con el hombre blanco adecuado, no hay nada imposible de lograr», es lo que sostiene con una demoledora soltura y será su compañero Flip –un judío, nada menos, del siempre sólido Adam Driver– el que asuma su identidad al momento de las reuniones cara a cara. Spike Lee tiene, entonces, las herramientas para hacer otra película de fuerte contenido social, lo transpira por cada poro, pero que además lo devuelva al mainstream –a más de una década de Inside Man, si es que ignoramos esa innecesaria remake de Oldboy-. No es casual que su productor sea Jordan Peele, quien viene de uno de los éxitos más grandes de los últimos tiempos en ese frente con Get Out.

La historia tiene la fuerza, pero es el director quien conecta el golpe. El guion escrito por él junto a Charlie Wachtel, David Rabinowitz y Kevin Willmott (Chi-Raq) no se queda solo en la superficie de esta historia de por sí increíble, sino que va a más y lo hace con ritmo y estilo. Y Spike Lee, como maestro de orquesta, es quien se ocupa de que cada nota suene como corresponde. El diálogo sobre los estereotipos y lo que es ser negro en Norteamérica llevará algunos insertos que sirven de refuerzo, en ocasiones duplicará el vigor de una imagen al repetirla desde otro ángulo. Se pavonea al compás de la música, confiado en lo que tiene entre manos. Pasa en un segundo de una cruda escena de autoritarismo policial a una secuencia de baile al ritmo de «Too Late to Turn Back Now», de Cornelius Brothers & Sister Rose, y es perfecto –la banda sonora es formidable-. Spike Lee propone una película importante, en un diálogo permanente con la actualidad, sin perder de vista el hacer de ella una producción vibrante, tensa, apasionante y absolutamente satisfactoria.

Da una clase cuando usa el montaje paralelo para enfrentar una celebración del KKK y un estremecedor relato a cargo de Jerome Turner (el músico y activista Harry Belafonte), que concluyen en un mismo punto pero en extremos diametralmente opuestos. Ni hablar de lo que es su estremecedor cierre, en el que las palabras de Donald Trump en el 2017 suenan bien en la línea de los planteos de David Duke, cuatro décadas atrás. Es una película política con un mensaje potente, como se podría esperar del director de Malcolm X  y Do the Right Thing, pero sin dejar de lado la importancia de lanzarlo en el marco de un impecable thriller policial cargado de suspenso. Y así, tras años de trabajo tan intenso como poco inspirado, Spike Lee consigue una de las mejores películas de su carrera.

estrella4

 

 

 

 

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