Crítica de Daredevil

La misma se centra en Matt Murdock, ciego desde la adolescencia pero imbuido de sentidos extraordinarios, quien lucha contra la injusticia de día como abogado, y de noche como el superhéroe Daredevil en las calles de la actual Cocina del Infierno, en la Ciudad de Nueva York.

El hype es un término que hace referencia al nivel de emoción de los seguidores respecto a un producto determinado. Los grandes estrenos de Hollywood construyen ese hype a lo largo de meses, con vistazos, imágenes, adelantos, clips, que llevan al público a un estado de excitación generalizado que parece incontenible. Y si hablamos de hype, hablamos de Daredevil que, a una semana de su estreno mundial, pareciera que llego en extremo tarde a dar una opinión. En las críticas tendemos a no hacer spoilers, por lo que bien podría haber hecho una reseña de este programa a partir de algunos episodios. No obstante quise verlo en su totalidad antes de formular un veredicto, para ver si el show mantenía su calidad a lo largo de sus 13 episodios.

En su primer programa dentro del plan The Defenders, Marvel y Netflix tomaron al público por sorpresa con una serie cuyo nivel es superior a lo que se podía suponer. El desafío era grande si se pensaba que el programa debía ir hacia atrás y adelante. Atrás en el sentido de una reparación histórica a la Daredevil del 2003, ejemplo por antonomasia de lo que el cine de superhéroes actual no quiere ser. Y adelante porque es el primer paso hacia el mencionado proyecto colectivo pensado para la pantalla chica. Como una The Avengers de las ligas menores, que primero necesitó de films individuales para instalar a sus protagonistas, este plan requiere programas en solitarios de Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage e Iron Fist, y se empezó con el personaje más conocido, tanto para los amantes del cómic como el público en general.

El vigilante nocturno que quiere limpiar las calles de su corrupta ciudad es un tópico frecuente y Daredevil no lo esquiva, lo abraza. Esta corrupción en Nueva York tiene su origen en los turbios acuerdos para reconstruirla. No se lo dice en forma literal, pero la batalla de los Vengadores contra los Chitauri fue la excusa perfecta para que los peces gordos engorden aún más con sus desarrollos urbanos. Problemas menores si se considera que el destino de la Tierra está en riesgo, pero alguien se tiene que ocupar del día a día de los ciudadanos de a pie.

Justiciero las 24 horas, abogado por las mañanas y enmascarado por las noches, Matt Murdock -con un gran trabajo de Charlie Cox en ambas facetas- ya está inmerso en sus actividades extracurriculares cuando se lo conoce. Habrá una posterior explicación de sus habilidades, pero sin apuro. En varios episodios se irá hacia el pasado de los protagonistas, para descubrir qué los llevó a ser así en el presente. Y todo se lo hará en su justa medida. La modalidad de difusión de la serie lleva a que su temporada sea pensada y trabajada en forma diferente a lo que se tiende a hacer con un producto de estas características. Hay una coherencia y unidad argumental que se sostiene a lo largo de sus 13 episodios. No hay capítulo de relleno, de esos en los que hay que atrapar el villano de la semana y así los héroes se distraen un poco del gran conflicto -pasa con Arrow, pasaba con Agent\’s of S.H.I.E.L.D. y tantas otras-.

Todo puñetazo que Murdock reparte tiene un objetivo claro y va en la misma dirección, sin desvío. El saber que hay un jugador de peso en la Ciudad, cuyo nombre es desconocido para la gran mayoría, pone al enmascarado en una búsqueda incansable. Su identidad no es suficiente, su obvia culpabilidad no alcanza, el vigilante es juez, jurado y ejecutor, pero también es un hombre de leyes que entiende que a ciertos villanos solo se los puede hacer caer a través del sistema legal. Y ahí es donde la serie se anota un gran punto a favor. Porque a diferencia de la mayoría de las producciones dentro del Universo Marvel, que siempre sufre de némesis unidimensionales, el Wilson Fisk de Vincent D\’Onofrio brilla.

Su Kingpin –nunca llamado así en la serie- es un peligroso antagonista, de esos cuya amenaza aumenta por el hecho de creer que están haciendo lo correcto. Así como Daredevil saca sus fortalezas de vivir en un mundo de sombras, para Fisk pasa lo mismo. El primero tiene los sentidos sobredesarrollados que lo convierten en el héroe que es, pero el segundo es un enemigo poderoso que opera desde la oscuridad, un hombre cuyo nombre no debe ser pronunciado para que su anonimato lo mantenga alejado de una Policía o una Justicia de la que igual es parcialmente dueño. Y D’Onofrio hace una labor para el aplauso. Cada palabra que sale de su boca tiene un tono irregular, como una ira inmanejable que apenas si se puede embotellar dentro de un traje negro de diseñador. Su tamaño lo hace imponente, pero es su imprevisibilidad lo que lo vuelve peligroso. Sus reacciones, a veces las de un niño que no razona, son la verdadera amenaza, más allá de sus planes para la Ciudad.

Matarlo no es suficiente, porque lo convertiría en un mártir. Lo que hay que hacer es exponerlo. Así es que en la serie el otro tronco fuerte lo ocupan Foggy Nelson -abogado socio de Matt-, Karen Page –cliente devenida en secretaria- y posteriormente Ben Urich –veterano periodista de investigación-, quienes irán detrás de cada punta para poder deshilvanar la madeja de corrupción que supone la organización delictiva de Fisk, quien a su vez se vale de otras corporaciones criminales. La Cocina del Infierno es una zona prolífica para las mafias y, luego de que los italianos dejaran el camino libre, rusos, chinos y japoneses quieren su tajada, con el Rey de Diamantes en el centro de todos.

La violencia de Daredevil es de un nivel pocas veces visto, menos en un producto así. El sello de Steven S. DeKnight es suficiente como para entender el por qué. Con trayectoria en Angel y Smalville, seguramente su antecedente más conocido sea Spartacus. Detrás de toda la desnudez y los baldes de sangre, una gran serie emergió con el correr de los episodios, capaz de imponerse a los pobres efectos visuales del comienzo para convertirse en uno de los mejores programas que la televisión tenía para ofrecer hace unos años –no cualquiera puede sobreponerse a la muerte del protagonista-. Si había algo a destacar en cada semana eran las notables secuencias de acción que acompañaban la trama, algo que también está presente en su nuevo programa.

Hay que sacarse el sombrero ante Philip J. Silvera, coordinador de las escenas de riesgo y combates. Ya el segundo episodio, «Cut Man», cuenta con lo que puede ser una de las mejores secuencias de pelea de la historia de la televisión. Una realizada en un solo plano secuencia de alrededor de tres minutos, en la que un Matt Murdock molido a palos se vuelve a calzar la máscara y sale en la búsqueda de un niño secuestrado. Es una pelea sentida, en la que tiene que golpear más de una vez a cada rival para que finalmente caiga derrotado. Una que remite nada menos que a la Oldboy original, lo que no es poca cosa. Y esto refuerza aún más la impresión de que esto es un producto de Marvel como hasta ahora nunca hemos visto, aunque también se diferencia de lo que los grandes estudios en general tienden a hacer para apelar al mayor público posible. Sangre por doquier, fracturas expuestas, hay hasta una decapitación con la puerta de un auto, un salvajismo no apto para menores que se agradece en cada oportunidad. En su visita al bajo mundo de Nueva York, Daredevil no teme ensuciarse las manos y vaya que lo hace.

A medida que la investigación se encauza, la serie pierde algo del impulso que tuvo en los primeros episodios. Foggy y Karen toman una presencia mayor de la necesaria al igual que el abogado Matt Mudock, con su alter ego enmascarado de apariciones cada vez menores. La violencia también baja un cambio, con secuencias muy logradas pero no tan impactantes como la que el segundo episodio mostró, así como también se disminuye lo explícito de su contenido. Esta variación es notoria y la parte final de la temporada adolece de ella, sin perder el interés de la audiencia pero sí algo de la emoción que tenía.

Aún con esta pérdida de fuerza sobre el cierre, en líneas generales es una enorme primera temporada. Hay un némesis de muchas capas -es muy bueno el episodio que se concentra en su pasado, así como también lo es ver sus interacciones en el presente, personales o por negocios- y también hay mucho contenido digno de ser considerado como favorito por la audiencia. La niñez de Murdock es tratada en la dosis justa y siempre es emotiva. Combates hay varios destacados -además del arriba mencionado-, como los mano a mano con Stick o el ninja Nobu, así como también esos en los que solo con puños y patadas es capaz de derribar a todo un equipo, con un estilo de combate que la emparenta con The Raid, para señalar un ejemplo reciente. Es un gran primer paso hacia The Defenders, que lleva a esperar con interés las series que se vienen del resto del equipo de superhéroes. Además se han plantado algunas semillas como para que el interés se mantenga en una segunda temporada. Tras años de intentar sacar adelante un film, los derechos del personaje finalmente volvieron a donde pertenecían y se lo traspuso en la mejor forma en que se podía hacerlo. Los rumores de que podría juntarse a los Vengadores en la pantalla grande ya han comenzado y el motivo es lógico. Daredevil llegó para quedarse.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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