Crítica de Den of Thieves / El Robo Perfecto

Sigue las vidas cruzadas de una unidad de élite del Departamento de Policía de Los Ángeles y la banda de ladrones de bancos más exitosa del Estado, en tanto que los delincuentes planifican un robo aparentemente imposible.

Den of Thieves

La de Gerard Butler es una carrera curiosa. Una que empezó recién a sus 27 años, cuando resolvió que su título de abogado no iba a darle la fama que pretendía. Y en las dos décadas que lleva frente a cámaras, dio como resultado una filmografía atípica con muchos más fallidos que aciertos, que se divide entre sus vueltas como héroe de acción y sus odas al amor en comedias románticas. Desde hace tiempo que pareciera coquetear con el formato hogareño, no obstante todavía se le da la posibilidad de encabezar costosos tanques de dudosa calidad, como las recientes Geostorm o Gods of Egypt. Pero con Den of Thieves queda expuesto a las claras aquello en lo que es mejor, con una película que ignora lo políticamente correcto y se dedica a explotar un nicho en el que abunda la testosterona, que de paso le da su mejor papel en años.

Es imposible no mencionar la influencia de Heat, a la que se toma como horizonte y a la que se aspira alcanzar. Christian Gudegast no es Michael Mann, pero eso no implica que en su debut como director deje que desear. El hecho de querer compararse con un clásico del cine da cuenta de su alta ambición y están las herramientas dadas como para obtener un thriller sumamente disfrutable en el proceso, que se lleva a cabo con buenas ideas y que en muchas oportunidades sorprende. Los nombres de Butler o 50 Cent conllevan a esperar una producción clase B, pero el guionista y director tiene recursos como para demostrar lo contrario, a partir de una historia que concibió con Paul Scheuring, el creador de Prison Break.

Hay lugares comunes dentro de un argumento familiar, pero el hecho de que el foco esté puesto tanto en los ladrones como en los policías permite encontrar ciertos puntos de inflexión. Los «buenos» son bastante malos, los «malos» tienen más códigos y una formación que los vuelve diferentes. Hay una guerra de estrategia entre los dos bandos que se lleva bien, por fuera de que se extienda más de la cuenta. Le sobra una buena porción de metraje en sus dos horas con 20, pero también hay que decir que al tiempo no se lo padece ya que se la conduce con cierto dinamismo.

Den of Thieves

Los agentes de la Unidad de Crímenes Mayores tienen un nulo desarrollo, siendo poco más que un apodo y simples acompañantes al Big Nick de Butler, quien se carga con el peso de todos sus hombres. Él representa a la fuerza. Un cowboy, el oficial renegado, al que poco le importa el cuidado de la escena del crimen, que dispara y después pregunta. Muchas veces se mueve solo, acercándose a la cueva de los leones más de lo aconsejable, y prueba en cuenta oportunidad tiene que es un sujeto despreciable. Eso sí, es un tipo resuelto y que para ciertas cosas tiene una brújula moral bien definida. La banda de delincuentes tiene algo más de variedad, con un Pablo Schreiber que es de lo mejor de la película –como el cerebro de la operación, siempre un paso adelante- y que demuestra una vez más que está para cosas importantes. El Enson Levoux de 50 Cent es el soldado fiel, la mano derecha, de quien se hace una exploración superficial a su vida familiar para explicar que es un hombre de valores. Quien tiene más peso es O’Shea Jackson Jr., que viene a desempeñar el rol de Val Kilmer, lo que vuelve a Butler un Al Pacino y a Schreiber un Robert De Niro, salvando las distancias.

Den of Thieves tiene importantes pretensiones, si se considera que quiere compararse con el clásico del ’95. No fracasa miserablemente, sino que se consolida como una digna aspirante. Una que evita toda corrección política, que no le da otro lugar a la mujer más que como stripper o esposa enojada. Instala a un buen trío de personajes centrales, propone un asalto bancario de dimensiones épicas, llevado adelante con tino y buen ritmo, a riesgo de sacrificar mucha lógica –todo parece sumamente fácil, desde el robo hasta la investigación policial-. Y cuando las cartas ya están echadas y no queda otra más que irse a los tiros, es un fuego contra fuego bastante contenido, en el que no se dispone de la balacera como único recurso creativo.

Con algo más de cerebro que de fuerza, Gudegast tiene un firme debut detrás de cámaras, que ratifica el ascenso frente a ellas de Schreiber y Jackson, en tanto que Butler reafirma que tiene condiciones para lucirse en un terreno de machos en el que él es el alfa, canalizando a Russell Crowe y consiguiendo su mejor trabajo en mucho tiempo.

estrella3

 

 

 

 

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