Crítica de El Camino: Una Película de Breaking Bad

Tras un escape milagroso, Jesse Pinkman recorre las cicatrices del pasado en busca de alguna huella que lo guíe hacia el futuro.

El final de Breaking Bad es perfecto. Seis años han pasado ya desde que Walter White recorría con melancolía el laboratorio químico de los captores de Jesse Pinkman, sabiendo que se encontraba en los últimos momentos de una vida en la que tardó mucho para hacer algo grande. Pero la historia no acaba ahí, y el universo creado por Vince Gilligan ha continuado expandiéndose, viendo el pasado y el futuro de algunos personajes que poblaron la árida Alburquerque, Nuevo México. Y ahora, totalmente entregada a la oportunidad de aportar algo a un cierre redondo, a modo de bienvenido epílogo llega El Camino: Una Película de Breaking Bad, explorando el qué sucedió con el personaje de Aaron Paul tras la muerte de su socio, mentor y, finalmente, quien lo condenó a la perdición.

Si hay algo que se agradece, es el halo de misterio que Netflix mantuvo alrededor de la película mucho antes de su estreno; nada de detalles específicos sobre qué actores volverían a sus papeles, ni mucho menos el verdadero rumbo que iba a tomar la historia. Gracias a esto, la sensación de asombro arranca desde el primer minuto como un fuerte golpe de nostalgia, solo para pasar a lo que verdaderamente incumbe a todo seguidor de la serie: la emancipación de Pinkman, quien desde el inicio de la serie se encontró atrapado en una situación que solo podría empeorar. Revelar más sobre su trama, que se mueve lentamente hacia un destino previsible, pero digno y satisfactorio, sería arruinar buena parte de lo que preparó Gilligan -quien dirige y escribe-. Después de todo, El Camino es una celebración a la misma serie, una que confía demasiado en sus sorpresas y que está plagada de referencias para los más atentos.

En un inicio, la película recupera todo aquello que distinguió a Breaking Bad, una mescolanza de seco humor negro y alta tensión que culminaba en situaciones icónicas. Se sigue, por un lado, el infartante escape de su protagonista y sus intentos para no ser atrapado por la ley, y por el otro, varios de sus recuerdos que ilustran lo que sucedió con él en la recta final de la quinta temporada. Esperar los niveles de excelencia de un episodio como Ozymandias o Crawl Space es llegar con expectativas desmesuradas, y aunque no es poca cosa lo que le antecede -solo uno de los mejores programas para la pantalla chica-, El Camino funciona como una historia básica que mantiene sus ambiciones a raya, sabiendo que es una carta de amor para todo aquel que siga fascinando por la crónica del maestro de química que descubrió aquello para lo que estaba destinado, arrasando con todo a su paso.

Sin embargo, la historia es la de Jesse Pinkman, y no hay escena en las dos horas de metraje que no esté en función de él. Paul, quien creció junto al personaje a lo largo de las cinco temporadas -aunque inicialmente estaba destinado a morir en la primera-, da una notable actuación como un hombre torturado pero que todavía tiene un poco de su viejo yo. Nadie merecía más su propia película, y el actor utiliza esta oportunidad única para despedirse por todo lo alto, pudiendo por fin marcharse con un semblante muy distinto a la euforia con la que fue visto por última vez. La primera película de Gilligan bien podría considerarse un episodio extendido, uno que perdería su sentido -obviamente- sin haber visto primero la serie, pero su labor como director demuestra que inclusive sale victorioso alejado del formato televisivo, aunque no haya gozado del privilegio de una distribución tradicional en salas de cine.

Descrita de otra manera, y sin estar a la altura de sus mejores momentos, El Camino es más de Breaking Bad: dirigida con portento, escrita con dedicación y con actuaciones inspiradas, ni hablar de la palpitante música de Dave Porter, que maneja con maestría el tono de las escenas. Con o sin la película, la serie se mantiene en su inamovible grandeza, con un final impecable para Walter White. En ese sentido, la última aventura de Pinkman cumple con creces todas sus metas. Pudo no haber existido, pero lo hace y se encarga de ser satisfactoria.

8 puntos

 

 

 

 

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