Crítica de El Gran Combo

Con una estética embriagadora y una trama que sorprende minuto a minuto, El Gran Combo es un claro ejemplo de lo que el cine de género nacional tiene para ofrecer. Escrita por Juan Manuel Eyheragaray y dirigida por Matías Szulanski, la película empieza divida por historias casi episódicas que se irán entrelazando a medida que avanza la trama, atrapando al espectador desde el primer momento.

Primero se presenta a La Princesita (Maida Andrenacci) y El Bastardo (Daniel Alvaredo), ella lo contrata para que mueva su producto; luego están Nicki Nicole (Nicole Luis) y Rocio Ro-Ro (Carla Kovacic), unas viejas amigas que vuelven a encontrarse y hacen un trabajo para Yolanda (Verónica Intile). Es en este momento que se muestra que ambas historias están relacionadas y, así como la trama va aumentando la velocidad y la intensidad, también lo hace el gore de una manera bastante inesperada. Pero quizás lo que destaca a El Gran Combo es la estética, dominada por colores flúor y estridentes, por vestuarios extravagantes y por la sutil referencia a los ’90 completada con una dedicatoria a los fichines. El elenco lo completan Laura Laprida, Carolina Kopelioff, Ezequiel Tronconi, Nicolás Litman y Federico Sachs.

La mayoría de los personajes son mujeres, no puede decirse que sean empoderadas ni modelos, pero claramente son arquetipos de personajes bien construidos y, aunque no se profundiza mucho en ellos, cada una tiene algo que la diferencia y caracteriza. Los diálogos caen por momentos en una teatralidad casi exagerada que suma al resultado final y agrega a la experiencia única que es esta película. Con una duración de breves 66 minutos, Szulanski logra contar una historia única, entretenida, atrapante y bella de ver, aun con todos los elementos de gore.

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