Crítica de El Último Hombre

El Último Hombre cuenta la historia de un veterano de guerra con trastorno de estrés post-traumático que, luego de establecer una relación con un dudoso Mesías, abandona su vida cotidiana y comienza a entrenarse de una manera extrema en un refugio subterráneo.

El Último Hombre

Mucho se puede criticar a El Último Hombre, pero creo que lo más valioso está en el intento. El que no arriesga no gana y viendo este thriller post-apocalíptico de producción nacional y canadiense, con figuras del exterior y hablada en inglés, me sorprendía al pensar que existiera un proyecto de estas características. El resultado está lejos de ser el óptimo y pareciera tener una idea de lo que quiere ser aunque nunca lo logre, pero sorprende en su inusitada ambición, lo que la convierte en una apuesta tan extravagante como fallida.

Hayden Christensen, el Anakin Skywalker de la saga Star Wars, encabeza el equipo frente a cámaras como Kurt Matheson, un veterano de alguna guerra que carga desde años con un trastorno de estrés post-traumático. Es difícil precisar cuánto, dado que la elección del guión es plantear el tiempo en miles de días, lo que genera gran confusión. El fin del mundo parece cerca, a raíz de un fenómeno climático global de dimensiones catastróficas, y la Tierra está sumida en el caos desde el llamado Mes Negro, 30 días que fueron suficientes como para condenar a la humanidad. Así vive Kurt, sin otro propósito más que prepararse para el apocalipsis inminente, hasta que conoce a Noé, un mesías encarnado por Harvey Keitel que le da una razón para vivir: prepararse mejor para el apocalipsis. Sí, hay algo que no cierra…

El Último Hombre

Incluso en tiempos de hecatombe y debacle total, uno necesita dinero para provisiones. Así es que Kurt empieza a ganarse el pan con un trabajo poco claro a las órdenes de Marco Leonardi (Cinema Paradiso), se enreda con su hija (Liz Solari) y se ve envuelto en una trama delictiva cuando se lo acusa de un cuantioso robo. También hay una amenaza latente de un grupo de neonazis. Hace falta señalar el rumbo por el que transita su argumento para dar cuenta de la confusa nube en la que se desarrolla. Hay un intento obvio de hablar sobre el sufrimiento de los veteranos de cualquier conflicto bélico y del peligro que acarrea el cambio climático, nociones nobles que se ocupa de subrayar de forma permanente y que en la práctica se ven incapacitadas por una trama que gira en círculos sin destino claro.

En su paso a la ficción, Rodrigo H. Vila (Boca Juniors 3D – La Película, Mercedes Sosa, la voz de Latinoamérica) pareciera querer emular al gran cine de Hollywood pero con un presupuesto considerablemente inferior. La forma de disimular las carencias es con oscuridad y despojando todo de brillo, al punto de que cuando finalmente aparece un rayo de sol, uno se da cuenta de lo mucho que extrañaba ver en colores.

Christensen tiene una labor digna y se lo ve comprometido con el papel, el aporte de Keitel es sólido. Por el terreno local, Liz Solari y Rafael Spregelburd cumplen, mientras que el papel ínfimo de Fernán Mirás deja que desear. También hay un secuaz que habla en inglés y en cada frase lanza una palabra en español, lo cual suma al ridículo. No sobresale con sus actuaciones, pero no se puede decir que sea un punto flojo de El Último Hombre. Todos hacen lo que pueden con el estereotipo que les tocó en suerte, en el marco de una historia ambiciosa repleta de clichés, que abre varios frentes pero no se luce en ninguno.

estrella15

 

 

 

 

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