Crítica de Father Figures / ¿Quién @#*%$ es papá?

Peter y Kyle Reynolds son dos hermanos cuya excéntrica madre los crió creyendo que su papá había muerto cuando eran niños. Cuando ellos descubren que esto es una mentira, salen en búsqueda de su padre verdadero, aprendiendo algunas cosas más de su mamá que probablemente nunca hubieran querido.

Históricamente se ha visto a la comedia como un género menor, cosa con la que estoy en absoluto desacuerdo. Año a año queda demostrado que es más difícil generar risas, algo que se puede comprobar fácilmente cuando la cantidad de buenas películas humorísticas se cuentan con los dedos de una mano. Ni hablar de querer mantenerse en línea con los tiempos políticamente correctos que corren, donde el cómico transita sobre hielo fino a riesgo de caer en las garras de los guardianes de la moral, preparados para dar el zarpazo al incauto. La comedia no es fácil. No es tarea sencilla mantener una premisa a lo largo de una hora y media o más, que haya ritmo, chistes originales y con algo de seso, que no dependa exclusivamente de lo ofensivo o lo escatológico. Ni hablar de que el humor evoluciona a gran velocidad y lo que es gracioso hoy puede que en poco tiempo reciba una mirada indiferente. Por eso es que todos los años llegan películas como Father Figures

Digamos que en su planteo podría funcionar de maravillas. Dos hermanos de personalidades bien diferentes que descubren que su madre los engañó toda la vida, haciéndoles creer que su padre biológico había muerto de cáncer de colon, cosa que los llevó a moldear sus vidas en base a ello. Ed Helms y Owen Wilson son citados para dar vida a tan dispar dupla, pareja perfecta de actores si se piensa en los personajes a interpretar, mientras que la madre queda en manos de la gran Glenn Close, que aporta una cuota de distinción, tratándose de una actriz de prestigio para un proyecto tan ajeno a su filmografía. Mamá era libre en los ’70 y se divertía con naturalidad, con lo que hay muchos candidatos que pueden ser papá. Y para estas figuras paternas bien distintas se convoca a otros pesos pesados, como Terry Bradshaw, J. K. Simmons y Jack McGee, mientras que se tiene a Katt Williams, Ving Rhames y Christopher Walken para sumar cuotas de humor. Frente a cámaras está todo dado para que el proyecto tenga éxito, pero lejos está de conseguirlo, básicamente por aquello que se menciona en el primer párrafo.

Lawrence Sher debuta como realizador con esta comedia, a la que le sobra una buena media hora y que tampoco tenía demasiado en sus 90 minutos previos, pero que hubiera ganado en dinamismo. El hombre es un director de fotografía con dos décadas de trayectoria, habitualmente convocado para producciones del género, y un frecuente colaborador de Todd Philips, con quien hizo Due Date, War Dogs y la trilogía The Hangover. Pero la experiencia de trabajar de cerca con el realizador parecería no haber hecho demasiado por enriquecer la labor del debutante, que ofrece un proyecto insípido y falto de inspiración. Justin Malen, al igual que en Office Christmas Party, recarga la acción de personajes grandes y con muchas particularidades, a los que se le da tiempo de pantalla para lucirse. Pero es tanto lo que se les da que terminan por paralizar la historia, afectada por una falta de ritmo preocupante.

En el centro está la búsqueda de los hermanos que, como es bien sabido gracias a la innumerable cantidad de road movies con parejas disparejas, aprenderán a ver un poco la vida con los ojos del otro a medida que sumen kilómetros de ruta. Sin embargo, es mucho el espacio de visita que se le da a cada potencial progenitor, cada uno generando sus propias situaciones descabelladas, y eso a fin de cuentas resiente el avance. Cada secuencia aporta su eventual cuota de humor, pero la película se vuelve sumamente pesada como para que una risa aquí y allá justifique el largo viaje. Y así como Office Christmas Party se notaba como un desperdicio de un gran elenco, acá el sentimiento vuelve y con mayor fuerza. Ni hablar de que se resolvió alterar el cierre –no rendía bien en las proyecciones de prueba- y se agregó a presión toda una porción de historia que le da un final que gana en emoción, a costa de perder sentido y de sumar trayecto a un último trecho al que de por sí costaba llegar.

Hay química en el talentoso elenco convocado. Helms y Wilson reponen roles conocidos como si el primero fuera una variante del dentista Stu de The Hangover, sin el costado descontrolado, y el segundo como un Hansel de Zoolander, bastante más amordazado. Y eso básicamente resume aquello en lo que resulta Father Figures, a la que le resulta difícil encontrar el tono. Más en la línea de una dramedia que una comedia propiamente dicha, plantea muchas situaciones pretendidamente alocadas que se extienden más de la cuenta y que resultan incapaces de generar una risa real. Le falta ritmo, le falta desenfado, le falta gracia…

estrella2

 

 

 

 

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