Crítica de Glass Onion: A Knives Out Mystery – perturbadoramente satírica

La secuela de Rian Johnson ya está en Netflix.

En pleno confinamiento por el Covid, el detective Benoit Blanc (Daniel Craig) se encuentra deprimido por el poco espacio a la aventura o los enigmas, mientras sus reconocidos amigos virtuales descubren rápidamente que él es el impostor en el cuarentenal Among Us. Sin embargo, una enigmática caja lo llevará a Grecia para visitar la exótica isla del millonario Miles Bron (Edward Norton), quien invitó a varios de sus amigos y ex-socios pasar el fin de semana para descubrir el ficticio culpable de su “asesinato”. Sin embargo, un par de acciones llevarán el juego a algo más en el plano de lo real.

¿Cuántos proyectos en los últimos años tuvieron las mismas características? Sin tener en cuenta la precuela que da a entender la idea de su director Rian Johnson (Star Wars VIII: The Last Jedi) para la saga, el concepto de un elenco coral para cada caso específico que el detective debe resolver con tonos humorísticos en una locación precisa ya suena de varios lados. Sin ir muy lejos, en el 2022 tuvimos la vuelta de Hercules Poirot a cargo de Kenneth Branagh en Death on the Nile –secuela de Murder on the Orient Express– y la simpática See How They Run; por lo que el desafío para el realizador –también guionista y productor del proyecto- no era sencillo.

Lo presentando en 2019 con Knives Out Johnson ya nos arrojó el código con el que presentaba este tipo de historias, con un detective implacable, pero no frío por ello y unos carismáticos personajes –reforzados por los grandes nombres del reparto- donde la incorrección política e intereses entrecruzados los volvía tanto sospechosos como cautivadores; sumado a los giros de trama siempre necesarios para dicho género.

Para esta ocasión vuelve el método es el mismo, pero con algunas apostillas que mínimamente la diferencian de su antecesora. El primer punto clave podemos observarlo en el tono de la historia, que si bien sigue el clásico misterio para dicha cita, la sátira y referencias a la industria se ven más en la superficie con gags que parecen salidos de una producción de Happy Madison, algunos más logrados que otros. El director pareció querer elevar la vara en cuanto a lo bizarro, y construyó personajes un tanto más disparatados de manera burda, siendo el claro ejemplo Birdie (Kate Hudson) en cuanto al histrionismo.

Cabe destacar que en el misterio de la muerte de Harlan Thrombey los personajes que rodeaban la situación también contaban con características específicas y distintivas que permitían momentos humorísticos, pero todo lo que alberga en esta oportunidad al magnate Bron se va de las manos –al parecer intencionalmente- y se ve más esplendoroso a diferencia del film de 2019, que lograba ser menos notorio. Algo similar sucede con el comentario social que la película tiene para hacer, ya que aprovecha el contexto en el que se marca la historia (2020, plena pandemia) para realzar el sarcasmo a ciertos discursos o figuras públicas con claras referencias, donde su director parece muchas veces bien enmarcado en querer resaltar eso más allá del suspenso que puede generar la trama.

La cuestión de los personajes puede hacer un poco de ruido al pensar en algunos nombres importantes que se pierden durante la historia, siendo el de Kathryn Hahn la más desaprovechada junto a Leslie Odom Jr. o Jessica Henwick, ya que la cantidad de personajes no se pudieron adecuar a la altura del caso o tener su propio espacio. Caso contrario sucede con algunas apariciones especiales que, cuanta menos información se tenga a la hora de ver la película, mayor golpe de efecto genera.

En este aspecto los beneficiados son Norton, Janelle Monáe y el propio Craig, quien se lo nota a gusto con su personaje y logra que empaticemos con Blanc, demostrando una vez más su buen trabajo alternando el misterio y la comedia y sea el encargado de manejar los hilos delante de cámaras entre tantos intérpretes. El quiebre a la mitad de la historia –donde se ve la mayor interacción entre los dos últimos- le da cierto aire al espectador para interpelarlo con la historia, ya que hasta ese momento solo el suspenso –con la comedia- irradiaban el ambiente.

En aspectos técnicos, el film cumple a la perfección con lo que uno puede esperar y no falla, con una correcta fotografía de Steve Yedlin en el paradisíaco paisaje y varios recursos con las cámaras para darle dinamismo al relato desde las escenas; sumado a la reconocida musicalización de Nathan Johnson con partituras clásicas para el género como ciertos nostálgicos sonidos que recurren a artistas reconocidos, funcional a alguna que otra escena retrospectiva.

No puede olvidarse un aspecto de una de las últimas propuestas de Netflix en el año: entretiene, que es lo importante en producciones de este estilo, y cuesta encontrar un bache narrativo, ya que su realizador sabe navegar la idea. Sin embargo, y en la inevitable comparación con su antecesora, Glass Onion deja sensaciones raras y parece elevar la locura a alturas llamativas.

estrella35