Crítica de Goosebumps 2: Haunted Halloween

Halloween cobra vida en esta nueva aventura familiar basada en la serie escrita por R.L Stine donde las criaturas fantásticas creadas por su mente se volvían reales y eran liberados por error.

Goosebumps 2: Haunted Halloween

En 2015, Goosebumps vio la luz y parecía querer establecerse como una de las nuevas sagas que cautivaran a ese púbico que todavía no llegó a la adolescencia, pero tampoco están en la niñez. Con una historia llena de clichés que no terminaba de atrapar o interesar al espectador, daba la sensación de que ese era el fin. Pero no, ya está aquí la segunda parte que nadie pidió: Goosebumps 2: Haunted Halloween.

En el pueblo de Wardenclyffe, donde nada parece pasar, vive Sonny Quinn (Jeremy Ray Taylor), un chico apasionado por la ciencia y fanático de Tesla. Con su mejor amigo, Sam Carter (Caleel Harris), empiezan un servicio de limpieza y es así como se encuentran con el primer manuscrito de R.L. Stine. Escondido en un cofre detrás de la chimenea, el libro parecía estar esperándolos, y cualquiera que haya padecido la primera, sabe lo que esto significa: Slappy (Jack Black) aparece y los chicos deciden quedárselo, porque ¿qué adolescente no quiere tener su propio muñeco de ventrílocuo? A este dúo se suma Sarah (Madison Iseman), la hermana de Sonny, una joven que quiere ser escritora y está ansiosa por irse de ese pueblo.

Goosebumps 2: Haunted Halloween

Ari Sandel dirige esta segunda parte que repite de forma casi exacta la trama de la primera, por lo que nada de lo que pasa sorprende. De hecho, la historia tiene más lugares comunes que la anterior. Con pequeños chistes aislados que funcionan, la trama se siente obvia y la hora 40 de duración se hace eterna. Si bien los efectos en esta son mejores, el vilano sigue siendo Slappy, con lo cual todos los monstruos que van apareciendo parecen casi de relleno. Las actuaciones, más allá de que cumplen, no tienen mucho para ofrecer ni pueden salvar la película. Uno de los mayores errores es que no parece saber a qué público se dirige, los chistes que funcionan apuntan a ciertos conocimientos de cultura pop que puede tener alguien arriba de los 18 o 20 años, pero no hay manera de que la trama pueda atrapar a alguien de esa edad.

Jack Black parecía ser lo único que podía mantener a esta franquicia a flote, pero en esta segunda parte su aparición es mínima, sin contar la voz del muñeco. Lo peor es que parecen dejar la historia lo suficientemente abierta –con cliffhanger incluido- para que la franquicia continúe. Lo bueno es que en el cine hay muchas opciones para elegir y, si se está buscando algo de este estilo, la mejor opción es quedarse con el Jack que queremos e ir a ver The House with a Clock in Its Walls.

estrella2

 

 

 

 

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