Altares rojos emergen día a día al costado de las rutas en devoción al Gauchito Gil, santo pagano de los desposeídos, degollado en el siglo XIX. La leyenda de su vida y la construcción del mito son los ejes de una historia con dos comienzos y un mismo punto de llegada.
La historia del Gauchito Gil es llevada a la pantalla grande. La persona que se convirtió en leyenda y con sus milagros forjó la religión de muchos argentinos. Antonio Mamerto Gil Núñez es el nombre del Gaucho al que veneran en tierras latinoamericanas. Es la historia del popularmente conocido Gauchito Gil (Jorge Sienra), quien se las arregla para combatir a los enemigos y, por sobre todas las cosas, sus ideales.
De luchador a Robin Hood, pasa de campamento en campamento ayudando a los necesitados y quitándole a los más ricos. Con su clásica vestimenta, es la persona más temida de la zona, aunque un sargento autoritario (Diego Cremonesi) lo busca incansablemente para hacerle pagar por haber desertado de su tropa.
La película está ambientada en los años vividos por el personaje principal, aproximadamente 1870. Y si bien acierta el diseño de arte y producción en la gran mayoría, hay un error grotesco en las representaciones del cabaret. Lo construido se rompe al ver luces de colores, mujeres en ropa interior y un ambiente moderno para la época.
Con respecto a las actuaciones, están muy acertadas, sobre todo Diego Cremonesi, quién viene demostrando su potencial actoral en El Marginal, Rojo y El Potro. El protagonista Jorge Sienra hace un buen trabajo, pero su apariencia no condice con lo que se espera. Por su perfil, con barba recortada a la perfección, se parece más a un modelo que al Gauchito.
En términos de guion el film funciona, se representa la versión más conocida de las que circulan sobre la misma historia. Por momentos tiene baches que estancan la narración con una voz en off que, si bien no le aporta tanto en términos artísticos y creativos, es necesaria para que se entienda.
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