Crítica de Hacksaw Ridge / Hasta el último hombre

Desmond Doss se alista en el ejército con el objetivo de servir como médico durante la Segunda Guerra Mundial. Tras enfrentarse a las autoridades militares y a un juicio por su negativa a empuñar un arma, consigue ser enviado a servir al frente japonés, en una de las batallas más sangrientas.

Mel Gibson sabe cómo dirigir. Eso no se ha puesto en duda, ni siquiera durante la década que pasó alejado de las cámaras. Es bien conocido que sus problemas personales y unas incendiarias declaraciones que se volvieron muy públicas lo pusieron en la lista negra de Hollywood, al punto de que pocos quisieran trabajar con él, ni siquiera sus agentes. No importó que viejos amigos como Robert Downey Jr. o Jodie Foster abogaran por su perdón o que encabezara buenas películas como The Beaver o Get the Gringo en ese período. Para resurgir de entre las cenizas necesitaba algo más grande e imposible de ignorar, capaz de instalar la pregunta de si estaba bien disfrutar de su cine a pesar de sus ofensas. Y de ahí los diez años de ostracismo que separan a Apocalypto de Hacksaw Ridge; la primera estrenada en la previa a su escandalosa detención, con sus chances para los Premios Oscar afectadas por esa mala publicidad, y la segunda como el clímax de este camino de redención, una que lo devuelve al foco de atención y lo hace merecedor de múltiples elogios.

La de Desmond Doss es una historia que bien conecta con The Passion of the Christ en espíritu. La fe y la convicción sostenida con firmeza, sin oponer resistencia, aún en presencia de la situación más brutal. Gibson maneja así una brillante dualidad. Un soldado que se rehúsa a siquiera tocar un arma, en el marco de una de las batallas más crudas de la Segunda Guerra Mundial. Y con un protagonista que no dispara una sola bala, obtiene una de las grandes películas bélicas de los últimos tiempos. No hay exageración en la afirmación. La batalla de Okinawa está retratada con una verosimilitud que asombra. Hay balas que se sienten y calan hondo, un lanzallamas en uso como el cine no ha mostrado, hay miedo y una tensión que se mantiene en lo alto, siempre al límite y con el espectador en vilo. El hecho de saber que el héroe es el primer objetor de conciencia en ganar la Medalla de Oro debería disipar algo de la presión, no obstante el realizador obtiene secuencias magnéticas, tan cruentas como absorbentes y precisamente ejecutadas, que uno se siente totalmente involucrado en lo que sucede.

La excelencia técnica en el aspecto bélico contrasta, y también compensa, a la vida del soldado Doss fuera del fragor de la lucha. Tras conocer la violencia a muy temprana edad, el joven optó por rechazarla y abrazar la fe de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Esta vida sencilla en la Virginia de los años ’40, en la que conoce al amor de su vida y desde el primer día sabe que la quiere como esposa, choca fuerte con lo vivido en el servicio militar y después en la guerra. El guión de Robert Schenkkan (The Quiet American, The Pacific) y Andrew Knight (The Water Diviner) enfatiza esta disparidad al hacer foco en su crianza y madurez en el Sur de Estados Unidos, algo que ayuda a apuntalar las creencias del protagonista y que en ningún momento se lo perciba como capricho. Su convicción es coherente y su lógica a prueba de balas. Si resulta singular es simplemente porque no se lo había hecho antes. Gibson lo entiende y le hace el homenaje que merece, con una celebración del coraje, no del patriotismo o la guerra.

Ayuda el hecho de tener a Andrew Garfield en el papel principal, poniéndole el cuerpo a una historia de heroísmo como ninguna que se haya visto. Hay algo de Full Metal Jacket en el período de entrenamiento en Fort Jackson, con un grupo de colegas soldados que a la fuerza se vuelven enemigos por mandato de sus superiores. Pero no se excede en la representación ni victimiza al protagonista, sino que ofrece lo justo para que se puedan comprender todos los puntos de vista. Del mismo modo que el mencionado actor ofrece un gran trabajo –por el que debería recibir atención a la hora de los premios-, hay un buen equipo convocado que hace una sólida labor, a pesar de que se podría haber esperado lo contrario. Vince Vaughn, Sam Worthington y Luke Bracey suponen buenos contrapuntos a las creencias de Doss, sean hombres de mayor o igual rango. Teresa Palmer es la chica de al lado por la que se daría todo por volver, mientras que Hugo Weaving y Rachel Griffiths entregan buenas labores, uno salvaje y la otra contenida, como el matrimonio sumergido en la violencia que da forma al futuro de su hijo.

En manos de otro, Hacksaw Ridge podría haber pisado las múltiples minas escondidas que tiene su terreno, para convertirse en un cúmulo de lugares comunes o en un relato aleccionador sobre las convicciones y el ser patriota. Su tratamiento de la Fe puede ser bastante transparente, pero en definitiva ayuda a fortalecer un relato de heroísmo retratado con pericia, por una mano experta que carga de realismo una historia realmente increíble. Y que demuestra la enorme capacidad de Mel Gibson para filmar escenas de acción, con una representación descarnada de lo crudo de la guerra como no se ha visto.

estrella45

 

 

 

 

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