Crítica de Hellboy

Hellboy, atrapado entre los mundos de lo humano y lo sobrenatural, combate a una antigua hechicera que busca venganza.

Hellboy, David Harbour

Un hijo del infierno, una agencia secreta que se enfrenta a los monstruos, una amenaza latente y el posible Apocalipsis. Hellboy es la nueva adaptación del personaje de Mike Mignola que llega a la pantalla grande y, más allá de un par de méritos, deja sabor a poco.

Hellboy (David Harbour) es un agente de el B.P.R.D. (Bureau of Paranormal Research and Defense) y todo empezará a complicarse para él cuando una profecía lo relacione directamente con el fin del mundo. Su padre, el Profesor Bruttenholm (Ian McShane), lo envía a Inglaterra para que investigue y ayude a la agencia inglesa con la caza de unos gigantes que amenazan algunas aldeas, pero esto terminará siendo muchos más grande de lo que se esperaba y en sus manos recaerá la responsabilidad de detener a Nimue (Milla Jovovich), una bruja encerrada por el Rey Arturo que planea destruir a la humanidad.

Hellboy, David Harbour

La película falla por muchas razones, una de ellas es por contar demasiadas historias a la vez y no darle a ninguna el tiempo suficiente como para que sean interesantes y muchas otras ni siquiera se sienten relevantes. Varios momentos en los que el CGI no está a la altura de las circunstancias y escenas de acción que se perciben aburridas, que no deberían serlo cuando hay más de un demonio en pantalla. A pesar de esto, hay grandes escenas, algunas que ponen los pelos de punta o que pueden llegar a asustar y esto es algo muy bueno, pero lamentablemente no llega a ser suficiente como para salvar la película.

David Harbour es un buen Hellboy, pero podría haber sido uno mucho mejor de contar con un guion sólido. Milla Jovovich sabe hacer de villana, y más si se trata de personajes como este, pero su personaje, aunque es la principal antagonista, parece no estar lo suficiente en la película. De más está decir que McShane es el mejor actor de la película porque es caer en obviedades, y contrasta mucho con la interpretación de Sasha Lane en el papel de Alice Monaghan. No es que sea mala, sino que su falso acento inglés hace que sea muy difícil creerle algo a su personaje.

La película no es mala, pero definitivamente no es buena. Es una de esas que pasa sin penas ni gloria y que, después de una semana, cuesta recordar de qué iba.

5 puntos

 

 

 

 

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