Crítica de Irma Vep: bohemia que prefiere que la noche la acompañe a caminar

¿Ficción o realidad? Dos caras de una misma moneda.

La actriz Mira Harberg (Alicia Vikander) se encuentra cansada de la industria cinematográfica a pesar del éxito de su último trabajo. Por eso, la oportunidad de interpretar a Irma Vep en la nueva versión de la misma era una posibilidad para volver a amigarse con el arte, alejado de los grandes tanques de las salas y plataformas. Sin embargo, la producción tiene sus propias problemáticas.

La serie creada, escrita y dirigida por Olivier Assayas transcurre durante los días de rodaje de Les Vampires, remake ficticia que viene llevando adelante el polémico director René Vidal (Vincent Macaigne), quien durante la década del noventa llevó adelante un proyecto fallido de la misma. No obstante, el presente no es más colorido y los fantasmas internos siguen acechando.

La nueva serie de HBO Max refresca una de las películas más icónicas de la historia como es la de 1915 dirigida por Louis Feuillade, que si bien tiene siete horas de duración se la tiene en cuenta como un largometraje – en la propia miniserie hacen referencia a eso- y que contó con el protagónico de Musidora, símbolo en el plano de la actuación. Sin embargo, este proyecto es una especie de secuela a la película de 1996 del propio realizador, que en dicha ocasión contó con el protagonismo de Maggie Chung –en esta ocasión interpretada por Vivian Wu– sobre sus vivencias en la adaptación al clásico policial.

Todas las vivencias entre bambalinas de la producción es el gran punto fuerte del proyecto, donde recorre de manera minuciosa todo el trabajo detrás de la ficción, que también representa un espacio para la problematización y discusión constante sobre la industria o el arte, donde parece reflejarse las visiones de distintos teóricos de la cultura que ya han presentado esta disyuntiva como Theodor Adorno o Max Horkheimer, pero que en este caso lo vemos desde los propios actores, guionistas, directores o cualquier otro inmerso en este universo.

Más allá de estar a cargo del largometraje de hace veintiséis años, Assayas vuelve a tratar dicha obra para actualizarla y posicionarla con temáticas actuales como la de los servicios de streaming y el sub-género de superhéroes que arroja una crítica clara y por momentos hasta sátira hacia las mismas. En este sentido, también se cuestiona si la obra de Musidora puede adaptarse a estos tiempos, con una muy interesante donde polemiza hacia el machismo y la sexualidad que refleja, en contrapartida con la necesidad de ser fiel a la obra.

Pero no toda la historia se basa en el lenguaje meta sobre el cine, sino que aborda aspectos personales de cada uno de los implicados al trabajo y el día a día de las figuras que muchas veces se ven invisibilizados para el público. A los duros aspectos técnicos del rodaje se suman asuntos intimistas de cada uno de ellos, enfocados principalmente en nuestra protagonista; ya sea desde una ruptura amorosa hasta temas más existencialistas que complejizan la trama y a sus personajes.

Dichas situaciones se profundizan si la relacionamos con Les Vampires y aquí es cuando entra nuestro personaje que hace referencia el título: Irma es un símbolo para todos, pero principalmente para su intérprete, llegando a cuestionarse sobre la dualidad de ficción y realidad con una encarnación en aquella ladrona que nublará la línea que divide ambos espacios. Algo así como vimos en Black Swan (2010) –sin tanta connotación psicológica- Mira absorbe las peculiaridades de su personaje tanto en la producción de la serie como de su vida íntima, recorriendo los techos parisinos a lo Catwoman. De manera más indirecta, también nos adentramos en cómo afecta dicho personaje a René; en este caso con relación más afectuosa por lo que dejaron los trozos de su relación con Jade, quien se calzó el body negro anteriormente.

El proyecto se ve enriquecido por las características amplias de sus personajes, ya que al conocido carisma de la actriz sueca se suman sólidas representaciones que van desde una incógnita y vengativa Adria Arjona hasta el detestable y extravagante Gottfried en la piel de Lars Eidinger siendo los más destacados. Asimismo también se subraya el trabajo de Vincent Macaigne como el neurótico realizador de la serie.

En el aspecto artístico, tanto su musicalización como fotografía responden a esta atmósfera bohemia que irradia la miniserie, que también recurre a fragmentos de la película original y a memorias de su actriz con una ambientación ficticia a 1915 donde los nuevos intérpretes toman posesión de aquellos que estuvieron involucrados en la filmografía de Feuillade.

Irma Vep presenta un lenguaje que no todos van a decodificar de la misma manera, donde puede resultar espeso o somnoliento para algunos, mientras que aquellos que siguen de manera continua estas debates culturales –y más aún para los que tienen un cariño para la obra original- encontrarán un producto interesante y novedoso en el universo de las series.