Crítica de La afinadora de árboles

Clara es una autora de libros infantiles que debe soportar las imposiciones del mercado editorial, al mismo tiempo que atraviesa una crisis a nivel creativo, personal y familiar.

La afinadora de árboles, Paola Barrientos

El orden exterior, los sonidos serenos de la naturaleza, la superficie de los días teñida de un aura pacífica, se tornan insuficientes cuando el paisaje interno se encuentra inundado de inestabilidad. Esto es justamente lo que le sucede a Clara Mains (Paola Barrientos), ilustradora y narradora de cuentos para niños. La protagonista, quien ya ha alcanzado el éxito con sus producciones, no puede tolerar más las presiones de los editores y del micro mundo del arte, en el cual no solo debe aparentar la abundancia de ideas permanente, dar entrevistas y aceptar galardones, sino también soportar que otros intenten manipular su expresión. Para salir de este atolladero, que además afecta su faceta inventiva, decide mudarse junto a su esposo Francisco (Marcelo Subiotto) y sus hijos Violeta (Violeta Postolski) y Lisandro (Oliverio Costa) a una casa en las afueras de la ciudad. Allí descubrirá que no solamente se encuentra en una situación conflictiva con su entorno, sino también con ella misma.

Una de las cuestiones más notables de este film dirigido por Natalia Smirnoff (Rompecabezas, El cerrajero) se halla en su forma de trabajar con la idea de la superación de las crisis. En principio vemos cómo estas nunca son plenamente individuales. Más allá de que la focalización del relato esté puesta en Clara, sus hijos ingresan a sus propios escenarios conflictivos al mudarse a una nueva casa, ya que esto implica un cambio rotundo en sus cotidianidades. Lo mismo sucede con su marido, quien pese a acompañar a Clara en su turbulento proceso, no puede abrirse con ella, ni conectar demasiado con Violeta y Lisandro. Asimismo, la película expone la falsedad de las ideas del «volver a empezar» o del «nuevo comienzo», al mostrar que las rutinas de la protagonista y su familia no pueden detenerse, por ende, las tensiones y los inconvenientes deben resolverse en el transcurrir de los días, donde no tiene lugar la idealización romántica basada en la suspensión absoluta de los compromisos. Dichos cortocircuitos en los roles y en las relaciones intrafamiliares son trabajados minuciosamente desde lo formal, a través de encuadres cerrados y cercanos, y de una justificada utilización de la cámara en mano, que aporta cierta agitación visual que se condice con los padecimientos de Clara y su entorno.

La afinadora de árboles, Paola Barrientos, Diego Cremonesi

Al mismo tiempo, no es un detalle menor el hecho de que la casa a la que se mudan la protagonista y su familia esté ubicada en las cercanías del pueblo en el que ella se crió. Tampoco es nimio el reencuentro con su ex novio Ariel (Diego Cremonesi) y su hermano Carlos (Matías Scarvasi). Esta vuelta hacia atrás cumple una doble función narrativa, como factor que logra modificar la perspectiva de Clara sobre sí misma y sobre el mundo. En primer término comprende una reconexión con su propio pasado, o sea con su juventud. Lejos de aportar un tinte nostálgico absurdo que implique su fijación en el tiempo, esta recomposición de antiguas relaciones y espacios habilita en ella una etapa de crecimiento y de autocrítica, a la vez que opera como una especie de «baño de humildad». Al ser una escritora reconocida, que vivió que Estados Unidos e Italia, necesita conectar con otras realidades menos resplandecientes, como la de Ariel que oficia como carnicero, o la de Carlos quien, además de ser cura, trabaja en un comedor infantil. Es justamente en ese sitio donde se manifiesta la segunda lección fundamental para Clara, ya que allí se vincula con otras infancias, muy diferentes a la suya y la de sus hijos, y aprende de esas experiencias -justamente ella, una creadora de textos para chicos-. Esto supone no solo un progreso personal en términos didácticos y humanitarios, al brindarles a los chicos una visión alternativa de sus realidades difíciles a través de la expresión artística y el trabajo imaginativo, sino que además supone la salida de su narcisismo, y la matización de su concepción un tanto homogénea y candorosa del universo infantil.

Varios son los aspectos que hacen de La afinadora de árboles una película no solo interesante, sino además relevante. La mirada crítica respecto a la prosperidad y el reconocimiento, como lugares anhelados pero insuficientes e inquietantes para el artista una vez alcanzados, es uno de ellos. A su vez, la propuesta de recomponer la dimensión fantástica de la propia experiencia y la de terceros, sin permitir que la mirada sobre la realidad se torne ingenua o egocéntrica, también se destaca como uno de los tópicos centrales del film. A partir de estos ejes organizadores, la película logra dar cuenta de cómo los conflictos que se perciben como propios nunca son del todo personales, sino que adquieren sentido en la relación con «los otros». En las vivencias de Clara, se advierten las necesidades de superar el prejuicio que indica que las miradas y los aportes de los demás solo implican una intromisión, de comprender que el malestar nunca es una cuestión individual sino que se propaga como una especie de mancha en el entorno, y que los trazos de nuestras vidas no son propiedad privada ni ajena, sino que se delinean, borronean y garabatean colectivamente.

7 puntos

 

 

 

 

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