Crítica de Beasts of the Southern Wild / La niña del sur salvaje

En una olvidada y orgullosa comunidad instalada en una zona pantanosa, la pequeña Hushpuppy, de seis años, está a punto de quedarse huérfana. Hushpuppy debe arreglárselas como puede en medio de la nada, rodeada de animales salvajes.

Beasts of the Southern Wild, La niña del sur salvaje, Benh Zeitlin

No es excusa alguna que la Academia haya nominado en ternas más que importantes a Beasts of the Southern Wild sólo porque necesita un chivo expiatorio, sino que realmente el cuento de hadas sureño del director nos permite sumergirnos en un mundo fantástico y rudimentario a la vez que la historia de supervivencia de un personaje querible y sensible como el de una aguerrida niña de nueve años cala hondo el el espíritu feral de cada uno.

Difícil de enmarcar en un solo género (aunque apunta mucho por el lado del cine social apocalíptico) Beasts… nos sumerge en un microuniverso entre lo candoroso y lo terrible visto a través de la óptica de una pequeña líder nata destinada a hacer frente a las penurias del mundo con el valor y el coraje que tan sólo la mágica inocencia de la infancia nos permite tener. La mirada de Hushpuppy es la de una Quvenzhané Wallis que ha sido nominada al Oscar con solo nueve años, pero que aporta toda la fragilidad y determinación que su personaje necesita: una criatura que tanto sabe comer a lo bruto marisco y destrozar la casa como llamar afectuosa y tiernamente a su madre o cuidar de su padre enfermo. Suyo es el foco protagónico en este proceso acelerado de maduración en el que tiene que prepararse para la vida y para la muerte, hasta ser capaz de hacer frente a esos animales salvajes cuando haya vencido el miedo y aprendido a encajar su pieza en un mundo que tiene que arreglar cuidando a los suyos. Hushpuppy tiene toda la energía que le da Quvenzhané, y también la que le proporciona una banda sonora que llega cargada de emoción y unas imágenes poderosas e impactantes, como ese deshielo devastador o esos jabalíes gigantes que nos trasladan al imaginario infantil hasta alcanzar una verdadera poesía visual.

El film, primer largometraje de Benh Zeitlin, no se lamenta de las condiciones de pobreza extrema ni juzga las actitudes de unos personajes que bordean actitudes suicidas, sino que delimita el espacio residual —y probablemente para muchos, inspirador— en el que la unión comunitaria y la fraternidad entre vecinos son valores consecuentes del vive como quieras. Uno de los méritos de Zeitlin está en saber mirar la miseria material y encontrar detrás toda la belleza y atractivo humano, hasta el punto de que esa chabola se convierte en un hogar o ese club nocturno se transforma en lugar idóneo para encontrar a su mamá. También resulta extraordinariamente sutil y hermosa la manera en que llega la muerte, tan humana como mágica y placentera, porque para la reina de la Bañera no es más que el comienzo para una nueva vida en la que sentirá siempre la compañía de los que se han ido.

Beasts of the Southern Wild es una potente y visceral propuesta muy indie que ha logrado colarse a la fuerza en los premios anuales gracias a una puesta en escena minimalista pero loable, y un discurso que pone en contraste a la escasez material contra la imaginación y el impulso de la supervivencia.

8 puntos

 

 

 

 

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