Crítica de La sombra del gallo

Después de pasar 8 años en prisión, un ex policía alucina con una mujer que lo alienta a desarmar el entramado de corrupción, prostitución y trata de mujeres que hace décadas existe en su pueblo.

La trata de mujeres puede ser un tema especialmente importante para la agenda mediática actual, pero es una realidad desesperante que existe hace décadas. Nicolás Herzog, cuyos trabajo previo es en el terreno del documental, debuta en la ficción con una historia contemporánea y una narrativa diferente en la que transiciona constantemente entre géneros. Por momentos un policial negro, por otros un western, pero siempre hay algo en claro: la redención. La sombra del gallo expone esa parte oscura que las autoridades impregnadas de machismo intentan encubrir.

La película sigue a Román Maidana, un ex policía que después de haber pasado ocho años en prisión regresa a su pueblo natal atravesado por la desaparición de una adolescente. Sumergido en un profundo estado de narcolepsia, le llegan visiones alucinógenas de una joven que lo sigue e incita a involucrarse y desarmar un evidente entramado de corrupción policial y prostitución.

Como uno de sus principales recursos narrativos, Herzog opta y aprovecha los silencios y las acciones para dar a entender los puntos más importantes del filme. Nada es expuesto de forma obvia, muchos de los elementos claves son solo mostrados o sugeridos por una acción. Afortunadamente, la historia da lugar para que todo encaje en su lugar y se comprenda a la perfección. Incluyendo su visión de un peligroso sistema patriarcal.

Algo que hace La sombra del gallo es situarte en un lugar alejado de las grandes ciudades, donde hasta las fuerzas que deberían significar autoridad y seguridad se ven envueltas en el sometimiento del poder de los hombres sobre las mujeres. Representa un mundo -real- en el que no sólo la Policía no puede hacer nada contra un sistema patriarcal que utiliza y asesina a las mujeres, sino que forma una parte vital del mismo. La trata, al ser un escenario tan fuerte y lamentablemente cotidiano, ayuda a que la historia se centre en la justicia y la búsqueda de victoria por parte del protagonista.

Sumada a la efectiva trama están las impecables actuaciones. Lautaro Delgado Tymruk consigue un antihéroe modelo, un hombre que solía formar parte de ese sector misógino y que ahora es perseguido por una parte de su pasado que lo fomenta a ser mejor. Comprende cada secreto y arrepentimiento del ex policía; la audiencia entiende que no es un héroe clásico y limpio pero de todas formas se simpatiza y alienta por su triunfo. A su lado lo acompañan un amenazante pero carismático Claudio Rissi y una compleja y misteriosa Rita Pauls. Por último resaltan, y hacen sus perfectos y diferentes aportes, Alian Devetac y Diego Detona.

Otro de sus puntos fuertes es la música. Aunque por lo general suene una guitarra criolla que inmediatamente te transporte al campo, el trabajo artístico de Matías Sorokin -hermano de Coti- toma protagonismo cada ocasión que puede. «Mátame» es un bello ejemplo de cómo una canción puede robarse una escena y representar la temática de la película a la vez.

Entre sus fallas se encuentra el ritmo que se toma por momentos. Si bien es clásico de un policial negro mostrar cada acción y no depender tanto de los diálogos y la tensión, algunas escenas duran demasiado y hasta hay aquellas cuya existencia no aporta tanto como debería. Lo que sí le funciona es su final abrupto.

Sin caer en territorio de spoilers, el filme sigue una línea de investigación y cuando le toca concluir, lo hace de una forma rápida, repentina y «poco explosiva». Ante una primera interpretación puede sentirse como una expectativa prometida que no supo cumplir, pero analizado en profundidad salta a la vista que la película siempre se enfocó más en ser una historia real. Puede que se sienta que corta en la mejor parte, pero que eso quede para la imaginación del espectador. A diferencia de a otras películas, le queda bien.

Un western policial negro y argentino. Con los mejores recursos de cada género, la historia toca una temática fuerte y real y la aprovecha para buscar la redención. Te muestra más de lo que cuenta, acompañada de excelentes actuaciones, un trabajo musical magistral y una dirección bien planificada. Aunque puede trastabillar con sus lentos ritmos, La sombra del gallo es una película que no debe dejarse pasar.

 

 

 

 

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Santiago Mallea

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