Crítica de Lion / Un camino a casa

Saroo se pierde a los 5 años en un tren que lo lleva miles de kilómetros a lo largo de India y a ser adoptado por una familia australiana, 25 años después, armado solo con un puñado de recuerdos, él sale en búsqueda de su primer hogar.

Existen dos películas bien diferenciadas en Lion. El director Garth Davis y el guionista Luke Davies adaptan al cine los escritos biográficos de Saroo Brierley -el protagonista- de manera tal que el resultado final se asemeja a la drástica unión de dos largometrajes de una hora. Con sus pros y sus contras por mitad, el film nominado a seis premios Oscar sale airoso forzosamente gracias a las interpretaciones y a lo digerible que resulta.

Saroo es un niño indio que vive en la más extrema pobreza junto a su hermano y a su madre. Un día toma un tren equivocado y se pierde, a tal punto que llega a ser adoptado por una familia australiana. 25 años después decide buscar a sus parientes biológicos con ayuda de un gran invento para la fecha: el Google Earth. Davis realiza un trabajo camaleónico, ya que trata de forma diferente la dos mitades de su película: la del protagonista perdido de niño en India y la de Saroo de adulto en una lujosa casa de Australia.

La travesía del niño de 5 años que deambula por toda India en busca de su madre y de su hermano cuenta con la interpretación principal de Sunny Pawar y la utilización de diálogos es casi nula. Davis se vale de un diseño de producción y un trabajo fotográfico excelentes para retratar la decadencia de los barrios indios de los ochenta. El personaje, de tratamiento sumamente introspectivo, se alimenta de planos líricos y metafóricos que el director utiliza para representar su soledad e inocencia. Por otra parte, esta sección y la larga travesía de Saroo se vuelven interminables. El concepto aventurero de la película se agota y pide recambio. Es allí cuando, un poco tarde por cierto, aparecen los diálogos, Dev Patel y la estructura narrativa se vuelve más convencional.

De un plano al otro Un camino a casa se convierte en una película diferente. Patel ahora interpreta a Saroo, quien estudia y está rodeado de mujeres, como su madre adoptiva, Nicole Kidman, y su novia, Rooney Mara. Davis maneja los impactantes contrastes de culturas y los diálogos son más fluidos -entendible ya que Saroo ya no está solo y perdido-, y las interpretaciones se convierten en el único plato fuerte que le queda a una segunda mitad que vuelve a agotarse al igual que la primera.

Ante una secuencia final híper-esperada, el espectador se olvidará de lo tedioso que fueron algunos minutos y de los aspectos que pudieron tornarse predecibles. Lion no es perfecta pero ensalza, entre lo híbrido del relato clásico y el no convencional, una historia de superación verídica sumamente cinematográfica.

 

 

 

 

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Nicolás Mancini

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