Crítica de Los Fabelman: Spielberg es sinónimo de cine

Y le agradecemos por eso.

Los Fabelman, The Fabelmans, Steven Spielberg

Steven Allan Spielberg. Pocos directores pueden decir que moldearon en forma consistente al cine y sus audiencias a lo largo de cinco décadas. Es imposible dimensionar el impacto de su filmografía en los realizadores y espectadores del mundo. Tiburón, E.T., Indiana Jones, Jurassic Park, La Lista de Schindler, Rescatando al Soldado Ryan, Atrápame si puedes, Ready Player One… el cine como lo conocemos se debe, en buena medida, a él. ¿Y qué influencias tuvo en su vida para llegar a ser el hombre de las fábulas? De eso se ocupa Los Fabelman, una oda al cine y a la familia como solo puede regalar quien ha tallado su nombre en el firmamento.

Spielberg viaja por su memoria, con un retrato autobiográfico que se ambienta en sus años formativos. Entre su infancia y adolescencia, compone una historia de primeros amores y desilusiones, siendo el cine el romance más intenso y duradero, pero sin perder de vista que en el centro es un relato de maduración enmarcado en un drama familiar. Él se enamoró del hacer películas desde muy chico y explora con cariño aquellos tiempos de films caseros de bajo presupuesto, en los que demostraba tanta pasión como habilidad. No se queda solo en la celebración cinéfila, entendiendo que uno está hecho de lo que vive. El corazón está en los vaivenes del matrimonio Fabelman.

¿Y cómo no maravillarse cuando uno de los más grandes de todos los tiempos decide contar su propia historia? El alma asomada a los ojos. Spielberg no necesita más que algunas miradas para que la magia brote. Cuando hablamos de amor, no hacen falta las palabras. Un niño fascinado con las imágenes que le regala la pantalla, bañado de una luz que lo acompañará toda su vida. Una mujer que no puede con su vida de esposa; un marido incapaz de entender las señales.

Steven filma como los dioses, más para mostrarse vulnerable. Los Fabelman entreteje con maestría su coming of age, con un nivel de sensibilidad que le permite abordar a fondo la construcción de identidad. Habla de romances, de cinefilia, de sus padres, hasta de antisemitismo. Habla de pasiones desbordantes. Y no necesita recurrir a Hollywood o sus artistas para construir un brillante festejo del arte de hacer arte. No le hace falta. Spielberg es sinónimo de cine.

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