Crítica de Marilyn

Marcos y su familia son puesteros de una estancia. Apodado Marilyn por otros adolescentes del pueblo, es objeto de deseo y discriminación. En un clima de creciente opresión, acorralado por su familia y por el pueblo, Marcos se verá confrontado a la imposibilidad de ser quien quiere ser.

Marilyn

Para ser una noticia real que sucedió en los aledaños de la ciudad en la que vivo, la historia que cuenta Marilyn, primer y aplaudible largometraje de Martín Rodríguez Redondo, me pasó completamente desapercibida hasta la escena final y la aclaración en los créditos. Película sobre el descubrimiento personal y el despertar sexual en un ambiente hostil e ignorante, con mesura se toma su tiempo en delinear a sus asediados personajes para construir un relato tan doloroso como necesario en los tiempos que corren.

Anclada por la potente y sutil interpretación protagónica de Walter Rodríguez, en su apabullante debut cinematofráfico, Marilyn ofrece un vistazo local a un escenario endémico que parece no terminar nunca. No siempre son la excepción a la regla, pero los sectores más marginales de la sociedad son los que tienen más inconvenientes para aggiornarse a la sociedad actual. Su visión de la vida es tan angosta que no se permiten salirse de las normativas sociales, arcaicas y por demás patriarcales. Marcos tiene la desgracia de vivir en el seno de una de dichas familias. Su padre y su hermano mayor trabajan incansablemente como cuidadores de una estancia, mientras que él termina la secundaria y ayuda en la casa bajo el comando de su correcta y escueta madre Olga (Catalina Saavedra, quien dice más con una mirada desaprobadora que con palabras). Pero tras verse vulnerada por una tragedia impensable, la vida de Marcos comienza a derrumbarse. De carácter sumiso y curioso, él explora un costado personal que podría implosionar la manera de vivir de su familia, pero es el terror de que lo descubran lo que lo obliga a agachar la cabeza y seguir los comandos de sus mayores.

Marilyn

Es quizás uno de los momentos más álgidos del film cuando Marcos se calza un vestido ceñido, una peluca y un antifaz, y sale a desfilar en el carnaval del pueblo, escena en la cual Rodríguez brilla con una intensidad pavorosa; su mirada cambia, se vuelve más felina y se siente muy a gusto con la persona que se roba las miradas de todos a su alrededor. Pero coquetear con la libertad en un ambiente tan retrógrado y asfixiante tiene sus consecuencias, y lleva a un acto de violencia que hemos visto antes, y que conocemos tristemente de sobra. No es culpa del guión del director, en co-autoría con Mariana Docampo y Mara Pescio, que se sienta familiar o repetitiva. Es una historia que sigue sucediendo y sale en las noticias todo el tiempo, pero se complementa con el genial elenco que tiene, y la manera de Rodríguez Redondo de contar lo sucedido.

El minimalismo que maneja Marilyn -escenas cortas pero rebosantes de sentido, unos 80 minutos bien distribuidos- es tanto una ventaja como un detrimento. Funciona porque el retrato de la sociedad rural se siente genuino hasta el mínimo detalle, pero el viaje de Marcos es tan solapado que el cierre descoloca por la potencia con la que golpea esa escena final. Es un momento que no dejará indiferente a nadie, pero que podría haberse beneficiado de una exploración más extensa del travestismo y la transexualidad a través de los ojos del apesadumbrado y atribulado Marcos.

estrella3

 

 

 

 

[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]