Crítica de Método Livingston

Arquitecto exitoso, ignorado por el statu quo, polemista infatigable, bon vivant de la vieja escuela y santo hereje en la Cuba castrista. Muchas vidas caben en la de Rodolfo Livingston, como lo demuestra este retrato.

Método Livingston, documental

La figura de Rodolfo Livingston es mítica, y prácticamente inclasificable. Una leyenda dentro del ámbito de la arquitectura, ha pasado por un sinfín de situaciones, momentos y vivencias que lo han enriquecido de anécdotas que forman el conglomonerado de Método Livingston, el agradabilísimo documental de Sofía Mora que presenta una deliciosa tajada de vida de un mordaz y provocador ciudadano ilustre.

A sus 88, Livingston sigue casi o tanto más activo que hace unos años. El hombre tiene una impronta avasalladora, es bien hablado y, cuando lo hace, uno se detiene y escucha. El escuchar también ha sido lo que construyó su imperio arquitectónico, basado en sentarse frente a sus clientes y oír sus demandas, al mismo tiempo que propone alternativas acordes a cada economía, y haciendo siempre uso del raciocinio y la practicidad. Sus métodos han sido cuestionados por la rama más rígida de la profesión, pero le han abierto las puertas en Cuba, donde gracias a sus proyectos lo han beatificado y hasta le han hecho una estampa con motivos religiosos. Es un hombre de opiniones, ha escrito numerosos libros, tuvo su paso por el Gobierno de la Ciudad, donde tocó las teclas equivocadas con su pensamiento vanguardista, y cada paso por la televisión local en diferentes décadas fue tocado con una pincelada de su peculiar persona.

Método Livingston, documental

Si bien Rodolfo tiene todas las fichas para ser un ególatra insoportable, lo cierto es que se merece todos y cada uno de los méritos que se le otorgan, principalmente el de ciudadano reconocido cuya ceremonia vemos en pantalla. Es recordado en el Instituto de Astronomía, que edificó a pedido hace décadas, y también se le acercan jóvenes y una madre de familia para pedir un autógrafo. En su inconmensurable tarea, ha tocado a muchas personas y todas tienen un recuerdo hermoso de él, inclusive una historia de amor perdida que aparece de la nada en medio del metraje y cierra el documental con un moño rosa. Y si él no está haciendo el trabajo, lo transmite a través de su esposa Nidia, más activista y politizada que él, que se acerca a barrios carenciados para evangelizar sobre el método mientras él se dedica a traer el pan a la mesa.

La mirada inquisidora de la directora no necesitó mucho más que poner una cámara frente a Livingston para hacer magia. Después de todo, el material de archivo habla por sí solo de la elocuencia de su protagonista frente a la lente, y bastaba un homenaje con sentimiento para explorar la vida y obra de una personalidad rutilante que muchos -y me incluyo- desconocerán hasta ver la magnificencia de Método Livingston.

7 puntos

 

 

 

 

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