Crítica de Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children

Cuando Jake descubre pistas de un misterio que involucra realidades y tiempos alternativos, él devela un refugio secreto. Mientras aprende acerca de los residentes y sus inusuales habilidades, se da cuenta de que la seguridad es una ilusión y que el peligro acecha en la forma de enemigos poderosos y ocultos.

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En caso de haberse preguntado alguna vez cómo luciría un film de X-Men dirigido por Tim Burton, la respuesta yace en Miss Peregrine’s Home for Peculiar Children. El realizador lleva adelante esta adaptación de la novela para jóvenes adultos de Ransom Riggs, abarrotada de elementos como para funcionar pero que aún así lo hace, bien sostenida en las peculiaridades que se anticipan desde el título. Es una historia sin demasiadas sorpresas, que se ha visto de una u otra forma en ocasiones previas, pero que encuentra destellos de la genialidad alguna vez indiscutida del cineasta, lo que le permite sobresalir de un argumento frecuente.

Jake creció como un chico común y corriente, con su imaginación alimentada por las historias que le contaba su abuelo, quien se cree ahora sufre demencia. Claro que el hombre está cuerdo y todo lo que le relató es cierto, por más loco que suene, pero la psicóloga y los padres preocupados del muchacho coinciden en que un viaje a Caimholm, una isla de Gales, puede ser lo indicado para que este tenga su cierre y pueda seguir adelante con su vida. Allí es que conoce a Miss Peregrine y a los chicos de su hogar, quienes viven en un loop temporal que se reinicia a diario, siempre en el mismo día de 1943.

Los relatos del abuelo han generado que Jake tenga un conocimiento detallado sobre cada uno de los niños, trasfondos que no se comparten con la audiencia, que se limita a solo conocerlos por su peculiaridad. El foco se pone en el chico interpretado por Asa Butterfield y en la Emma Bloom de la joven Ella Purnell, mientras que la docena de niños que los acompañan solo intervienen ocasionalmente, cuando el argumento necesita que usen sus poderes. Del mismo modo Eva Green, Terence Stamp y Samuel L. Jackson, los representantes del bien y el mal a los ojos del protagonista, son los que tienen algo para hacer dentro de la película, que se da el lujo de desperdiciar a figuras como Judi Dench, Rupert Everett o Kim Dickens.

Burton, fiel a su estilo, se siente muy atraído hacia las peculiaridades de la historia y ahí es donde el film se destaca, a la hora de construir escenarios o diseñar personajes y vestuarios. El villano Barron habla como si Quentin Tarantino hubiera escrito sus diálogos, pero es uno bien burtoniano. Sus participaciones mejoran cada escena, como si el director tuviera una real afinidad a la hora de construirlo. Y es en él y su grupo de minions donde se encuentran algunos de los mayores logros de la película, lo que conduce a uno de los destellos de genialidad más grandes como es la ejecución del enfrentamiento en el parque de diversiones.

Pero por fuera de estas particularidades, el director no trae realmente nada nuevo a la mesa. La historia tiene viajes en el tiempo –siempre un tema para enredarse- y niños con habilidades raras, pero no deja de ser un relato tradicional bastante transparente, que evita toda emoción. Hay un extenso desarrollo de la primera parte que permite conocer bien la vida de Jake, su relación con su abuelo, el pasado que los unió o a su fracasado padre, un trabajo cuidado y detallado con el que se introduce a su joven protagonista y su necesidad de escapar hacia algo más. Esto, desde luego, quita tiempo para otras cosas, más todavía cuando el resto es un hogar lleno de personajes nuevos en una cruzada contra monstruosos villanos. La segunda parte queda sobrecargada y se resuelve dando un vistoso giro hacia la acción, perdiendo en desarrollo de personajes pero sin duda ganando en entretenimiento. No es una vuelta en forma del cineasta a los films que lo han hecho grande, pero no deja de ser un paso hacia adelante en relación a las recientes Dark Shadows o Alice in Wonderland.

estrella3