Crítica de Monster Hunter: la cacería comienza

La teniente Artemis y su fiel equipo son destinados al nuevo mundo, un lugar difícil de predecir. Allí, Artemis tratará de sobrevivir a enormes enemigos con poderes letales e imparables.

Monster Hunter

Planificar, cazar, recolectar, mejorar y repetir el ciclo. Todo el que haya tenido la suerte de experimentar el adictivo loop que ofrece la sumamente exitosa franquicia de videojuegos Monster Hunter sabe que las incontables horas de juego se pueden resumir en eso, no más de cuatro acciones que puedes encarar solo, con un grupo de amigos o en colaboración con varios extraños con el mismo objetivo: acabar con monstruos -sí, el título no me dejará mentir-.

La fórmula lleva años funcionando y no cambiará en los que vengan, y es una que, además, recuerda a la -no tan exitosa- estrategia que los estudios de Hollywood han tratado de adoptar con los videojuegos, la de idear la adaptación de una saga famosa del «octavo arte», atrapar al talento que puede sacar el proyecto adelante, recolectar los asegurados millones en taquilla y, rara vez, mejorar en una potencial secuela. Es algo que ha ocurrido desde que alguien tuvo el atrevimiento de realizar la película de Super Mario Bros, y cuyo más reciente ejemplar es el de la mencionada saga de Capcom creada por Ryozo Tsujimoto con Monster Hunter: la cacería comienza.

El que haya seguido de cerca las adaptaciones de videojuegos a la pantalla grande, ya sea porque tiene alto interés en ver cuál será la siguiente historia que despedazarán o porque anhelan el día en que surja un proyecto que valga la pena -yo, en lo personal, tengo discreta fe en la serie de The Last of Us-, sabe que el equipo detrás de Monster Hunter tiene algo muy especial. Y es que, en 2002, el ahora matrimonio de Paul W. S. Anderson -que también hizo la primera Mortal Kombat- y Milla Jovovich estrenaban Resident Evil, la cual solo tenía en común con su fuente original el título, algunos nombres sueltos y la presencia de zombis. Años -y varias secuelas- después, la dupla está de regreso ahora no inspirados en el terror, sino en la aventura, la fantasía y los seres de tamaño inconcebible.

Hay que aceptarlo: los primeros minutos de Monster Hunter se esfuerzan por ocultar lo que vendrá después. En ellos, un intenso tema con sintetizadores amenaza a la tripulación de un navío sobre la arena, uno que es perseguido por criaturas llamadas «Diablos» y que, tras dar la primera pincelada al personaje de Tony Jaa y demostrarnos que Ron Perlman luce siempre amenazante, deja atrás a uno de sus miembros tras un trágico accidente. Todo bien, hasta que surgen los verdaderos protagonistas de la aventura, pues de regreso en el mundo real se sigue a un escuadrón de soldados liderados por Artemis (Jovovich), quienes tienen la misión de encontrar a un pelotón desaparecido en circunstancias misteriosas. Se repasan todos los clichés que ha mantenido Anderson en su sorpresivamente redituable carrera y, casi por arte de magia, los héroes de la historia son transportados a una tierra misteriosa de monstruos y cazadores, donde el peligro siempre acecha.

Es aquí donde surge la enorme barrera que partirá a la mayoría de los espectadores de la película. De un lado estarán los que busquen una adaptación fidedigna al videojuego, quienes no podrán terminar más decepcionados, y del otro los que busquen al Anderson más puro, al que solo quiere entretener y para esto ofrece un sinfín de secuencias de acción con la menor cantidad de historia posible. Estos últimos no quedarán plenamente satisfechos, pues el peso de la franquicia solamente hace sentir que el mencionado cineasta se limitó creativamente a la hora de explorar el material fuente, pues donde existen volcanes, zonas gélidas y escenarios que rivalizarían con la Pandora de Avatar, aquí se opta por un enorme y vacío desierto que bien podría representar la cantidad de ideas en el libreto escrito por el estadounidense.

No ayuda mucho que su total falta de ritmo haga que su constante despliegue de criaturas, las cuales innegablemente están muy bien logradas, se torne aburrido, haciendo uno de los peores pecados en este tipo de producciones: jamás levantar interés. Ni por sus personajes, por más que Jovovich intente hacer verosímiles sus monólogos de exposición, ni por la muy pobre mitología que intenta crear ni, sobre todo, por la supuesta secuela que tiene el atrevimiento de proponer con su final inconcluso.

Aún pese a su ideal duración de no más de una hora y media, y de contener una importante cantidad de monstruos destruyendo todo a su paso -dos elementos muy bienvenidos en estos tiempos donde la evasión resulta clave-, pareciese que Monster Hunter hace todo lo posible para jamás llegar a ser satisfactoria. La película está disponible en varias cadenas de cine a lo largo de toda América Latina y eventualmente tendrá una distribución por tiendas digitales. En ambos casos es difícil recomendar verla, más cuando el panorama digital está constantemente bombardeando con propuestas superiores y cuando las salas se preparan para otro, con suerte mejor, estreno de bestias gigantes.

4 puntos

 

 

 

 

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