Crítica de Moonage Daydream: Dios murió, Bowie no

El documental del ídolo está dirigido por Brett Morgen.

Tras una declaración del protagonista en 2002 con referencias a la teoría de Friedrich Nietzsche pero que, fiel a su estilo, David Bowie decide analizarla para pensar en nuestro mundo y, también típico de él, más allá de nuestro cosmos se nos presenta en un universo que durante 145 minutos abordaremos de manera hipnótica y psicodélica un flujo espacio-temporal borroso. ¿David, estás ahí? Pues claro que se hace presente en Moonage Daydream.

Aquel que piensa que estamos ante un típico documental de alguna figura musical, que se corra hacia un costado o que al apoyarse en el sillón sepa que no lo es: Brett Morgen, quien ya ha incursionado tanto en el subgénero musical como de Kurt Cobain o el género en sí mismo con la antropóloga Jane Goodall, decide literalmente incursionar en la mente de Bowie y que él solamente sea quien retrate su biografía, sin recurrir a terceros sino al propio londinense a través de entrevistas o imágenes exclusivas.

Se respeta una narrativa lineal que recorre las diferentes décadas del artista, porque el camino seleccionado y el enfoque del documental están puestos en las distintas etapas que fueron ocurriendo para poder visualizar y compararse entre sí, pero no se vuelve de manera automática ni mecánica, sino que la temporalidad está ligada al propio arte del cantante.

En este enfoque directamente a la cabeza e ideas del agasajado, el retrato rodea aspectos filosóficos y dramáticos al conocer distintas apariencias de David que van desde el histrionismo más reconocido como desde la soledad e incursión en otros movimientos, tanto profesionales como religiosas. Como se puede ver en sus declaraciones, no tenía problemas en hablar de manera pública al respecto de sus búsquedas artísticas, de salir de la zona de confort pero a la vez discutir su rol más comercial o abstracto y las potenciales recepciones de su público.

Pero si bien se revisa las contradicciones y distintas caras del cantautor, todo tuvo que ver con todo en su carrera y por eso la importancia de evidenciar las figuras de Ziggy o Major Tom como una extensión cual David Cronenberg de su figura. ¿Realmente vimos la verdadera cara de Bowie, o eso era él? En sus propias lecturas él tampoco sabe si la careta en algún momento se cayó, si le permitía exteriorizarse ante los miles de fans –y detractores- o eran momentos exactos donde su alma irrumpía de esas formas. Además, hay una minima contextualización a otras figuras o producciones de la industria o artísticas –siempre la disyuntiva sobre esta figura- para acompañar el trabajo propio.

En el plano del soundtrack, el trabajo de Morgen no se basa en lo azaroso para simplemente darle play a los hits del artista, sino que sus posiciones están fundamentados con las distintas etapas y estados de ánimo –algo que venimos reiterando y que es el gran punto fuerte del film-. Desde temas como Oh! You Pretty Things o Let´s Dance para manifestar aperturas a nuevos capítulos o Rock ´n Roll Suicide en sintonía con los cierres de ciclos. Pocas de sus canciones son reinterpretadas o pasan al plano de la explicación –quizá Changes como emblema- pero principalmente son amplitudes al guión, con una hermosa versión instrumental de Life on Mars?  post el recitado Time… on of the most complex expressions.

David Bowie es el mejor, y lo diré de vuelta. David Bowie es el mejor.