Crítica de Napoleón

Joaquin Phoenix y Ridley Scott vuelven a cruzar caminos para una nueva épica histórica.

No es tarea fácil realizar una película sobre uno de los personajes históricos europeos más famosos de la historia, y sin embargo, Ridley Scott (Alien, Blade Runner, Gladiador) asumió la monumental tarea de representar el ascenso y caída de Napoleón Bonaparte. Distribuida en la gran pantalla por Sony Pictures antes de su posterior lanzamiento en Apple TV+, la cinta tiene una duración de más de dos horas (aunque la versión del director será de 4 horas) y cuenta con Joaquín Phoenix, ganador del Oscar (Joker, Her, Gladiador), y Vanessa Kirby (Pieces of a Woman, The Son) como protagonistas.

De la mano de un diseño de producción espectacular a cargo de Arthur Max, una banda sonora colosal del genio Hans Zimmer y una habilidad única con la cámara, Scott confecciona secuencias increíblemente entretenidas. El trabajo del director de fotografía Dariusz Wolski es impresionante, no solo en el posicionamiento de la cámara durante las grandes batallas, que provoca vértigo en increíbles planos generales, sino también en los maravillosos planos en los que Wolski toma prestadas las obras de los pintores Jacques-Louis David y Jean-Léon Gérôme, ofreciendo momentos visualmente impactantes y capturando la leyenda de Bonaparte con brillantez. En ese sentido, mi primera recomendación es que, si pueden, háganse el favor de verla en pantalla grande.

El talento técnico en exhibición en la cinta puede ser suficiente para justificar su existencia para los fanáticos de las epopeyas históricas de guerra. Definitivamente, las secuencias de combate son impresionantes. Utilizando numerosas cámaras, un sonido atronador y una coreografía de acción detallada, Scott logra transmitir tanto el tumulto abrumador de estar en pleno combate como la eficiencia meticulosa de la planificación estratégica de Napoleón. Ya sea con cuerpos ensangrentados rompiendo el hielo o con oleadas de soldados cargando a la batalla, la cinta tiene secuencias de batalla que vibran con la energía que parece estar ausente en el resto de la película. Tal vez el punto es que Napoleón Bonaparte solo estaba verdaderamente vivo cuando estaba rodeado de tanta muerte. Si es así, Scott, Scarpa (guionista) y Phoenix deberían haber abrazado más esa idea. En cambio, han producido una película que se siente desarticulada y descorazonada. Antes de ahondar en ello, debo dejar claro que esto no se trata de una crítica sobre la fiabilidad histórica de la cinta. Pero los fanáticos de la historia deben saber que, por supuesto, hay numerosos sesgos y errores históricos, que han sido ya ampliamente comentados, sobre todo por los franceses o por esos ‘malditos historiadores’, como los ha tildado Scott en respuesta.

Esto se trata de una crítica al guión de la cinta, ya que un hombre, incluso un hombre tan combativo como Napoleón, es más que las batallas que ha librado. Y es en este aspecto que la película flaquea. Puede que el problema sea la propia premisa de la película. Querer abarcar algo tan denso y prolífico como la figura de Napoleón Bonaparte de principio a fin requiere un esfuerzo titánico de compresión. Y para hacerlo bien se necesita más tiempo de metraje del que le han dejado a Scott o un buen guión que permita entender a profundidad la motivación de nuestro protagonista.

Y es que en esta historia había mucho espacio para un estudio de personaje, sin embargo, este no obtiene mucha profundidad. En su primera hora y media, la película es una consecución de escenas y secuencias aisladas, independientes unas de otras. Todas ellas interesantes por sí mismas, pero el hilo conductor así como las motivaciones del personaje son, por decir lo menos, difusas. Phoenix destaca una cualidad bufonesca en algunas escenas, una petulancia irritable en otras, y aunque esto resulta divertido, socava nuestra comprensión de otros aspectos del personaje de Bonaparte y no da ninguna pista sobre las raíces de su ambición de poder. Napoleón se mueve en un desierto de personajes secundarios irrelevantes para el director. El contexto político, cultural y civil de la época está completamente ausente de la película, como si Napoleón no hubiera sido más que un líder de soldados, hambriento de conquistas.

Incluso el otro pilar de la película que podría haber sido la relación tumultuosa entre Napoleón y Josefina carece de solidez. Ridley Scott elabora ciertamente una relación interesante, a la vez romántica y trágica, donde la dinámica de poder evoluciona constantemente. Pero esta construcción frágil no escapa a las múltiples elipsis que hacen que el conjunto parezca poco natural. Y es que a pesar de lo maravillosa que sea la actuación de Vanessa Kirby como Josephine, el guión tampoco le hace justicia a su personaje convirtiéndola en un dispositivo dramático que ayuda a ridiculizar la figura de Napoleón, pero sin permitirnos ver la mujer compleja que era.

Scott había avisado de que quería darle mucha importancia en la historia a la esposa de Napoleón. La decisión era acertadísima y la elección de la actriz un pilar clave para la película. En la vida real, Josephine era una mujer 6 años mayor que Napoleón, lo que en su época resultaba sumamente transgresor y revolucionario; resulta interesante que en su lugar hayan decidido omitir ese aspecto en la elección de los protagonistas. Los atisbos que nos da la película de Josephine nos permiten ver un drama humano mucho más profundo y coherente que el del Emperador. La construcción de su historia daría para un proyecto propio. Y con lo poco que le dan, en una cinta tan distante de lo que se cuenta, Kirby desgarra todas las costuras con unos ojos llenos de tristeza, melancolía e inconformismo. Sin embargo, su personaje se siente discordantemente artificial como personaje y nos presenta a esta aristócrata del siglo XVIII a través de una lente distorsionada del siglo XXI.

Como conjunto, Napoleón es una gran película. La versión de cines derrocha espectáculo y épica en sus sangrientas batallas, pero se pierde entre elipsis inconexas de un drama que no alcanza a presentar con claridad las motivaciones de su protagonista. El resultado es disfrutable, pero su ritmo irregular y sus problemas de guión hacen que quede lejos de la obra magna del cine histórico que podría ser. La verdad, es que este enfoque centrado solo en los eventos bélicos de la vida de Napoleón resulta decepcionante para un cineasta que generalmente encuentra tanta empatía y profundidad en las historias que cuenta. 

Alejandra López A.

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