Crítica de No toques dos veces

Una madre llena de culpa debe desvelar la terrible verdad que se esconde tras la leyenda urbana de una bruja demoníaca y vengativa.

A partes un thriller sobrenatural y un drama maternal sobre madre de hija separadas por las circunstancias, Don’t Knock Twice es la película de terror (británica en este caso) de la semana, una donde los sustos sorpresa están a la orden del día, pero su trama es lo que subsana otros momentos regulares de la misma.

Jesse (Katee Sackhoff, dándolo todo como siempre) es una pudiente artista plástica con una hija ahora adolescente, Chloe (Lucy Bonyton) con la cual quiere resarcirse por años de abandono infantil debido a abusos diarios. Se le nota en la mirada a Jesse lo mucho que quiere reconectarse, pero la distante Chloe no cederá tan fácil, y el acercamiento entre ambas ocurre a cuentagotas. Lo sobrenatural llega cuando Chloe y un amigo de la infancia revivan una costumbre infantil que desata un infierno en sus vidas. Madraza como es, Jesse intentará solucionar el embrollo de su retoño antes de que sea demasiado tarde.

Como drama familiar, Don’t Knock Twice sobresale con momentos muy sentidos entre Sackhoff y Boynton. Hay dolor por el apartamiento temporal, por las situaciones actuales de cada una, por el giro perverso en el que se encuentran, pero es una momento límite que las acerca mucho más de lo que nunca hubiesen deseado. El desarrollo familiar es lo que cimenta que el espectador se preocupe por las protagonistas, y que quiera llegar al desenlace con ansias de develar el misterio.  El director Caradog James y sus guionistas Mark Huckerby y Nick Ostler agregan a este drama el  mito de Babayaga (que no, no es John Wick y el apodo de la mafia rusa) pero es la arista menos novedosa del film. Reducida a una figura en las sombras delgada y amenazante (pero interpretada por el siempre servicial Javier Botet), la aparición de la bruja del folclor ruso encasilla mucho en el género a una película que podría haberse escapado a ese cliché burdo y carente de emoción.

En hora y media de metraje entonces se entrecruzan dos historias en una misma trama, y una ayuda a la otra. Las investigaciones de madre e hija en esta supuesta maldición rusa y el reencuentro entre dos mujeres separadas hace rato. En el camino quedan sustos a granel, ya sea apariciones demoníacas o sonidos amplificados, y una sobreexplicación de eventos que se suceden como si el espectador no prestase la suficiente atención. Don’t Knock Twice no es un mal exponente del género. Tiene sus buenas ideas, ejecución decente, y giros un tanto imprevistos, pero en definitiva no suma nada novedoso u orgánicamente interesante más que para pasar un buen momento.

estrella25

 

 

 

 

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