Crítica de Operation Finale / Operación Final

El drama pone el foco en la llamada Operación Garibaldi, una acción de inteligencia del servicio secreto israelí (Mossad) llevada a cabo en mayo de 1960, la cual consistió en la localización, identificación, secuestro y posterior traslado ilegal a Israel de Adolf Eichmann.

Operation Finale

La Segunda Guerra Mundial y el desarrollo, caída y consecuencias del nazismo en el mundo siempre suelen ser grandes disparadores de películas. Desde The Great Dictator (Chaplin, 1940) hasta Schindler’s List (Spielberg, 1993), muchas han tocado el tema desde diferentes aspectos, géneros e historias. Este año le toca a Operation Finale, dirigida por Chris Weitz -realizador y guionista que ha pasado desde American Pie hasta a The Golden Compass, y fue partícipe en la escritura de Rogue One: A Star Wars Story– y protagonizada por Oscar Isaac y Ben Kingsley.

En este caso, estamos ante un drama de época que se escapa de la clásica narración sobre el conflicto bélico, para atravesar una historia en sus años posteriores, tan interesante como posiblemente menos conocida. Para nosotros, que vivimos en Argentina, obviamente nos va a llamar la atención que toda la historia y el desarrollo ocurre en nuestro país en los años ’60: integrantes del Mossad, grupo de agentes secretos israelíes, deben apresar y sacar de la manera más desapercibida del país a Adolf Eichmann, un líder nazi exiliado en Buenos Aires -arquitecto y diseñador del Holocausto, para ser más preciso-, para poder llevarlo a Israel a que reciba su juicio por crímenes de lesa humanidad.

Operation Finale

La película se maneja casi por completo en diálogos, siendo el centro principal de tensión. El conflicto principal va a desarrollarse y recaer sobre las decisiones de los protagonistas, donde el tiempo y sus vivencias personales con el nazismo pueden poner el riesgo. Esta discusión, entre la justicia política y legal contra la justicia por mano propia, va a servir para interpelar al espectador, sobre todo en un tema tan delicado como aquellos involucrados en genocidios. Una de las técnicas que utiliza Operation Finale es el uso de flashbacks repentinos, de impacto bastante potente bajo el más fluido y desarrollado durante toda la película. Sin embargo, es el mismo guion que por momentos la vuelve demasiado lenta. En ocasiones, la ida y vuelta entre los personajes secundarios generan secuencias innecesarias, que hacen pesar la duración final.

Oscar Isaac toma liderazgo interpretando a un agente que debe sobrellevar los resabios de las atrocidades del nazismo de manera cercana pero, a la vez, es quien debe dejar de lado sus impulsos para lograr el objetivo principal. El experimentado Ben Kingsley, alguien que -coincidencia o no- suele formar parte de muchísimas cintas históricas, nos da un gran papel encarnando a un antagonista que puede llevarte desde una incómoda simpatía hasta el mayor odio sólo observando su gesto y la forma de dialogar. Con su participación, Mélanie Laurent -conocida por ese gran papel de la revolucionaria Emanuelle Mimieux en Inglourious Basterds– realiza un rol que parece seguir su protagonismo anti-nazi como en la obra de Tarantino, salvo que ahora desde una postura mucho más «empática», siendo uno de los sostenes sentimentales del protagonista.

Es una película correcta, preocupada y centrada plenamente en lo que quiere contar. Con una cinematografía correcta, un buen uso del color y una fotografía acorde al estilo de los dramas bélicos, Operation Finale es un largometraje que, con sus virtudes y defectos, trae una historia importante desde su realismo, con grandes momentos de tensión y buenas actuaciones

estrella3

 

 

 

 

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