Crítica de Soledad

Soledad Rosas no parecía muy cómoda con las convenciones de su entorno; pero sería el viaje que emprendió a Europa a mediados de 1997 el que la apartaría definitivamente del mandato familiar y signaría su vida para siempre.

Una joven de clase media insatisfecha con su vida. Sus padres la ven sin rumbo y deciden regalarle un pasaje para que recorra Europa y encuentre algo. Lo que no esperaban es que allí hallara su vida, su amor y su fin. Soledad narra la verdadera historia de María Soledad Rosas, una argentina de 23 años que en la década del ’90 fue apresada en Italia y se basa en el libro «Amor y Anarquía», de Martín Caparrós.

La ópera prima de Agustina Macri cuenta la historia con una precisión quirúrgica. Pero en la asepsia del quirófano queda afuera el aspecto emocional que podría haber generado. La fotografía, las interpretaciones, las tomas. Todo se nota minuciosamente cuidado y muestra la capacidad de la directora, pero al mismo tiempo al espectador le falta algo para lograr conectar con la trágica historia de amor entre Soledad (Vera Spinetta) y Edoardo (Giulio Maria Corso). Durante la primera mitad de la película espera el conflicto, y en la segunda espera el final.

El personaje de Vera está recorriendo Italia con una amiga de la familia, cuando conoce a un grupo de anarquistas y decide quedarse con ellos. Allí se enamora profundamente de Edo y se compromete con la causa. Viven en una casa tomada y son constantemente asediados por la policía hasta que un día ella, él y un compañero más son detenidos y culpados de atentados con los que no tenían nada que ver. La película no se mete tanto en la cuestión política y toda su atención la vuelca en el romance de los protagonistas, pero así y todo no transmite esa emoción.

Vera Spinetta demuestra que es una interprete maravillosa y en varios momentos provoca piel de gallina verla en la pantalla, pero no logra conmover. En ningún momento se siente conexión o empatía con los personajes. Están bien escritos, bien interpretados, pero les falta humanidad. De hecho, el único momento que logra arrancar lagrimas viene de la mano de un personaje que sólo tiene una línea. Es indudable la habilidad y el talento que Macri posee a la hora de dirigir, el aspecto técnico es irreprochable y es a través de esto –de hecho, es en lo único que lo vemos-, que sentimos la pasión que intenta transmitir. Para ser su primer film hace un despliegue destacable, pero se queda a mitad de camino de ser una gran película.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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