Crítica de Star Wars: The Last Jedi

La saga Skywalker continúa a medida que los héroes de The Force Awakens se unen a leyendas galácticas en una aventura épica que destraba antiguos misterios sobre la Fuerza e impactantes revelaciones del pasado.

Star Wars: The Last Jedi

Y llegó nomás la película más esperada del 2017, una anticipada desde hace hace dos años cuando su antecesora había inaugurado un nueva ola de nostalgia pop. Star Wars: The Last Jedi continúa con el legado espacial iniciado allá lejos por el año 1977, continuado con una trilogía a modo de precuela en 1999, y ahora después de The Force Awakens (2015), siendo la segunda entrega de esta nueva trilogía que busca seguir con aquello que esta gran obra maestra quiere narrar según su creador: la historia de la familia Skywalker; pero algo que es mucho más grande y significativo para todos los que crecimos viendo y amando Star Wars, desde la cuna hasta el cajón, y eso es la historia de pequeños don nadies que se embarcan en una aventura, llevándolos de un lado a otro, conociendo nuevos mundos, navegando el espacio, combatiendo la maldad… todo para poder ser héroes.

Recuerdo habier salido de la sala realmente muy satisfecho después de episodio VII, dado que captaba a la perfección lo que fue y deber seguir siendo la saga, aventuras en donde el bien se enfrenta contra el mal. Sin embargo, The Force Awakens, nobleza obliga, adolecía de una capacidad para creer en sí misma, o sea, no ser tan solemnes con sus antecesoras. La nueva trilogía partía de una estructura casi calcada de A New Hope, sumado a la constante apelación a la nostalgia por demás, una clara forma de albergar un éxito asegurado. Aún sin dejar de ser una gran película, cabía preguntarse si esta nueva trilogía tendría algo innovador con qué seducirnos.

En 2014 siguió expandiéndose el universo, la serie animada Rebels narraba lo sucedido entre Revenge of the Sith (2005) y Episodio IV, mostrando la punta de conceptos desconocidos que vieron su confirmación con la genial Rogue One: A Star Wars Story (2016), que no solo se encargó de revelar uno de los misterios más grandes de la historia sino que pintó de un color mucho más oscuro y sucio a una aventura que hacía que la guerra se tornase en guerrilla, donde los conflictos internos se sumaban a los externos de una forma mucho más acentuada y desarrollada. Tal éxito de ambas producciones hicieron que fuera necesario una maduración en la historia central, un cambio de tonalidad que le lavara la cara a algo que aspiraba a la repetición. Aquí entra Star Wars: The Last Jedi, una bienvenida a los grises, que ya desde los trailers daba un atisbo con una frase de Luke: «Es tiempo de que los Jedi desaparezcan».

Esta frescura viene impresa inmediatamente desde los créditos, siendo esta nueva entrega la primera en donde un episodio se desarrolla inmediatamente después del otro. Este Episodio VIII inicia en donde su antecesora había terminado, después de la destrucción de la base Starkiller a manos de la Resistencia, la Primera Orden comandada por el general Hux se lanza a una persecución con el objetivo de capturar a la alianza liderada por la General Organa y el comandante Poe Dameron. La chatarrera devenida soldado Rey, por otro lado, encuentra al desaparecido maestro Luke Skywalker para solicitarle que la vuelva su padawan y entrenarla en el uso de la Fuerza con el objetivo de volverse una Jedi.

Star Wars: The Last Jedi

Planteado el asunto, el director Rian Johnson (Looper) se toma su debido tiempo para alternar las dos tramas que se desenvuelven con profundidad, extrañamente, dejando bastante de lado el estilo aventurero, con el objetivo de centrarse más en los problemas dentro de cada bando, lo que a priori es una decisión plausible y perfecta pero que vuelve al film algo irresoluto y poco entretenido. Una vez que se pasan esos minutos de leve tedio es donde dichos conflictos internos comienzan a formar parte del desarrollo de las acciones.

El film se permite explorar los nuevos aspectos de la Fuerza y allí van a tomar partido los personajes responsables: Rey, Kylo Ren, Luke y el Líder Supremo Snoke. El lado gris, el balance, no refiere a la famosa figura no canon del jedi gris, sino a un constante ida y vuelta entre los personajes en cuanto a qué camino tomar y porqué, en descubrir la verdadera historia entre Luke y su sobrino, Ben Solo devenido en Kylo Ren, quien aún se encuentra dubitativo y furioso por no cumplir aquello que lo confirme definitivamente dentro del lado oscuro de la Fuerza; su contraparte Rey se prepara para recorrer un camino muy bien planteado por Johnson -también guionista del film- y que le dará lugar al desarrollo de un Luke que aún es un enigma para ella y todos los espectadores. Como si fuera poco, en relación a los aspectos de la Fuerza y, según Lucas, su inspiración en la cultura oriental para crear la religión Jedi; Johnson se anima a asumir el peligro y adentrarse en este juego con momentos que erizan la piel.

Pero no todo es color de rosas en este episodio, que es dueño de escenas que carecen completamente de verosimilitud de buenos diálogos y en donde el humor absurdo y extremadamente abundante está colocado en los peores momentos, para decolorar el gran ambiente lúgubre y desesperante construido por el director. Es una pena también que ciertos personajes con tramas tan prometedoras no tengan el debido lugar en la narración. Sin embargo, la original historia y el sólido guión del director logran superar estos baches y salir a flote -aún a pesar de, me atrevería a decir, el uso del deus ex machina-.

Por último, para demostrar la madurez que ha tomado el mundo Star Wars, Episodio VIII se encuentra con unos cuantos giros dramáticos que llevan a una resolución muy prolija -emotiva, no puedo decir que no- y que dejan a la historia parada en un punto inesperado y muy particular, muy a tono con todo el clima reinante y que verdaderamente logra generar un alto grado de expectativas para lo que sigue. No es tan necesario abocarse al aspecto visual del film, dado que es ciertamente sabido lo que uno puede llegar a encontrar. De todas formas, y sin decir mucho más, este episodio es sin lugar a dudas el del arte más vistoso y deslumbrante de la saga, que se combina con una factura técnica que deja sin aliento.

En dos horas y media acaba un episodio no perfecto pero que se ubica en lo alto del Olimpo de films de la saga. The Last Jedi es sin duda el título que más riesgos toma y sus logros superan sus fallidos; pero sobre todo alcanza aquello que pedía Star Wars, una historia más madura, algo en donde las viejas y nuevas generaciones -ya reunidas en episodio VII- encuentren un incentivo, algo novedoso en relación a lo que podría entregar la narrativa de la franquicia. El mundo ya no es blanco y negro, ahora se mueve en múltiples grises, en un delicado balance. Habrá que ver si Episodio IX puede lidiar con esto y darle a la historia de los Skywalker el cierre que se merece. Por lo pronto, yo ya empecé la cuenta regresiva para el 2019, cuando vea por última vez el logo de esta apotética space opera junto a la fanfarria del gran John Williams.

8 puntos

 

 

 

 

[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]