Crítica de The Darkest Minds / Mentes Poderosas

Cuando los adolescentes misteriosamente empiezan a desarrollar poderosas nuevas habilidades, son declarados una amenaza por el Gobierno y puestos en detención.

The Darkest Minds

Si bien hay apenas pocos años de diferencia, The Darkest Minds se siente como una película de otra época. Una que llegó tarde al boom de las adaptaciones de series literarias para jóvenes adultos, que hace menos de un lustro eran codiciadas como el oro por los estudios y que ahora ni siquiera se las escucha nombrar. Por cada Harry Potter, The Hunger Games o Twilight que brilló en la taquilla mundial, hay decenas de franquicias truncas que no pasaron de la primera entrega o que arañaron apenas lo suficiente como para justificar una segunda. No es que el sub-género esté definitivamente muerto. Este es un ejemplo que demuestra que estas transposiciones seguirán haciéndose, seguro que con menos voracidad que antes. Algo que ya se avizoraba con los moderados éxitos de The Maze Runner –decreciente en su recaudación con cada entrega pero que completó su trilogía- o la abandonada Divergent, que ardió un poco y se consumió con rapidez, alimentada por la ambición de un estudio que ahora no resuelve cómo terminarla. Y la mención a esta última no es casual, ya que The Darkest Minds toma algunas páginas prestadas de su libro.

De aquel, así como de X-Men, Stranger Things y demás –su productor es Shawn Levy, después de todo-. Bebe de muchas fuentes y en ese sentido es particularmente genérica. Después de ocuparse de la segunda y tercera entrega de Kung Fu Panda, Jennifer Yuh Nelson debuta en el terreno del live-action con esta película y honestamente se siente como una oportunidad desperdiciada. Su comienzo brusco y cargado de exposición abre el camino para esta nueva historia ambientada en un futuro distópico, uno en el que el 98% de la población infantil ha muerto y los que todavía siguen en pie han desarrollado poderes. Claro que representan un peligro y hay un presidente Snow de turno –Bradley Whitford con su épica barba y cabellera blanca, como para resaltar más el parecido con Donald Sutherland-, que ubica a todos los sobrevivientes en campos de concentración, separados en base a sus poderes por colores –no es nada velada en sus comentarios sobre segregación-. Los que logran estar del otro lado de las rejas, en libertad, son perseguidos por cazarrecompensas armados.

The Darkest Minds

Es una premisa oscura que quizás en otras manos podría haber funcionado mejor. No lo hace cuando la ruta elegida es la del PG-13, con énfasis en la historia de amor y más concentrada en explorar lo que pasa por la cabeza de la protagonista o la aventura con sus aliados, sin una mirada crítica de parte de los adultos –en su mayoría estereotipos de villanos- o siquiera una exploración con mínima coherencia de la catástrofe mundial que supondría un evento de estas características. La prisión, el ocultamiento, la fuga, el santuario, la resistencia… se siente gastado de solo pensar en ello.

Dicho eso, hay un buen ritmo y se anima a apenas tocar algunos tópicos más serios. Cuando pareciera ir en el rumbo harto conocido del triángulo amoroso, se sale con una vuelta de tuerca turbia e inesperada, un ejemplo más de lo que quizás se podría haber cocinado al optar por otros ingredientes. Hay un uso bastante pleno de las habilidades de cada personaje, algunas escenas muy bien ejecutadas -pienso especialmente en la del centro comercial- y una mínima cuota de humor con dos o tres buenas intervenciones del Chubs de Skylan Brooks.

Pero está más interesada en plantar las semillas de la continuación antes que en hacer una película que se sostenga por sí sola. Más enfocada en instalar a la fuerza el potencial romance entre Amandla Stenberg –Rue en Los Juegos del Hambre- y Harris Dickinson, que en lograr que el público se interese sinceramente en sus personajes o en algún otro. Y ni hablar de que se toma particularmente en serio, cuando aborda tan a la ligera aspectos claves de su argumento. Y así es un traspié para Jennifer Yuh Nelson, que elige debutar en el cine de carne y hueso con un tipo de producto cansino y formulaico, que opta por recorrer lo que otros han hecho antes y mejor antes que trazar un sendero propio.

estrella2

 

 

 

 

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