Crítica de Those Who Wish Me Dead

Hannah, una bombero experta en supervivencia, emprende su viaje de superación junto con Connor, un niño testigo de asesinato, mientras son perseguidos por dos matones a través de los flameantes bosques de Montana.

Desde el cielo azul, ropajes amarillos rompen el viento en caída libre. Debajo de ellos, un fuego descontrolado toma parte del bosque. En medio de las llamas, los bomberos luchan por sobrevivir. Hannah, estupefacta, es partícipe de cómo uno de los suyos es consumido por el fuego, y de cómo tres criaturas inocentes corren el mismo peligro.
Esta es la pesadilla que despierta a Hannah todas las noches, y la que la perseguirá en esta aventura, en dónde deberá traspasar el humo negro que la asfixia y ascender por aire fresco y renovador.

En el tercer filme dirigido por Taylor Sheridan (Wind River), nos ponemos en las botas de esta bombero experimentada, una Angelina Jolie que se esfuerza, pero poco tiene para demostrar. Con una sonrisa y una mirada que poca perturbación esconde, pasa sus días en piloto automático, haciendo lo que fuere para acallar aquellos demonios que la acechan. Por otra parte, seguimos a Jack y Patrick, interpretados por Aidan Gillen y Nicholas Hoult, unos asesinos que persiguen a un contador que tiene secretos que pueden destruir a más de un político manchado. Es, en esta persecución, que los asesinos se hacen con el contador, pero no con el hijo de este, Connor (Finn Little), que por accidente o destino se cruza con Hannah, que ahora custodia el bosque desde lo más alto de una torre de vigilancia. Es así que estos caminos se cruzan y comparten un viaje de duelo, redescubrimiento y perdón.

La imagen metafórica del fuego avasallador y de aquellos que buscan apagarlo para no morir consumidos por los recuerdos cumple con su cometido, aunque el problema principal de la película, que se relaciona íntimamente con lo que nos quiere contar, es tanto el registro de la misma como su estructura. Viniendo de uno de los mejores guionistas de Hollywood de los últimos años y tras deslumbrar con la soberbia Wind River, Those Who Wish Me Dead, que está escrita por Sheridan junto con Charles Leavitt (Warcraft, In The Hearth of The Sea, Blood Diamond) y Michael Koryta -autor del libro homónimo-, queda reducida a un producto que parece haber salido del baúl de rellenos de Netflix. El manejo de aquel trauma que irrumpe en la cabeza de Hannah se revela desde el minuto uno, generando cero expectativas y/o interés a lo largo del relato. ¿Recuerdan aquel flashback revelador en Wind River? El mismo es puesto quirúrgicamente avanzado el film, no solo para revelarnos la gran verdad, sino para construir el peligro que rodea a los protagonistas. En este film, el secreto de ese gran trauma que no deja dormir a la protagonista es expuesto de entrada, para que el espectador promedio no pierda un segundo en tener que pensar que pasó o en por qué nuestra protagonista debe de transformarse. Sumando, o en realidad restando, presenciamos un montaje que no da respiro, en dónde aquellos momentos que planean sumergirnos en la interioridad del personaje, se rebajan a ser una sumatoria de tomas meramente expositivas.

La música de Brian Tyler y la distribución de la misma a lo largo del film, o sea en todo momento, poco ayuda a que el metraje gane seriedad a medida que avanza. Se bajan de un auto, música; piensan, música; caminan, música. Cuando en un momento pausé la película para ir al baño, tenía miedo de que aquella música me invadiera mientras subía la tapa del inodoro.
La fotografía de Ben Richardson destaca un poco más con sus contrastes y sus diversas tonalidades, que van desde el naranja más llameante a azules bien fríos y nocturnos. De todas formas, y luego de trabajos como en Mare of Easttown, acá se ve todo, y me refiero a que las mismas sombras parecen tener miedo de tapar a los protagonistas. Otra vez, prevalece la ayuda al espectador y la grandilocuencia de un thriller que prefiere ir por un costado más superheroico que sutil. Si hay algo que Sheridan trabaja tan bien es la sutilidad, el cómo la información aparece para completarnos un mundo sombrío y la transformación de aquellos actuantes, que no son más que matices dentro de aquel mundo destructivo y desesperanzador. En este film poco se ve de aquellas Hell or High Water o de Sicario, películas que Sheridan no dirige, pero que pisan fuerte por tener un guion sólido y refrescante.

Those Who Wish Me Dead es sobre algo tan simple como el superar las llamas del pasado, haciéndoles frente hasta que nuestras heridas se cautericen dejando una marca que nos haga recordar lo que perdimos, pero también lo que ganamos.
Un visionado que roza la hipérbole de un relato inocente, que cumple las expectativas de un espectador que busca adentrarse en una aventura colorida y llena de aprendizaje, aunque tal vez no cumpla las de aquellos que esperábamos un verdadero descenso a un mundo fragmentado, donde el bien y el mal no son más que dos caras de una misma moneda.

5 puntos