Crítica de Un amor imposible

Al final de los años ’50 Rachel conoció a Philippe, con quien mantuvo una relación breve pero pasional. Como resultado de ella, nació Chantal a quien su padre se negó en reconocer.

Un amor imposible

Que no los engañe su título. Un amor imposible comienza, sí, con un idílico amor pasional entre Rachel (Virginie Egira) y Phillipe (Niels Scheider) pero a lo largo de sus 135 minutos se trastoca en una saga intergeneracional que arroja a un torbellino dramático a los protagonistas. No es una película azucarada sino que está plantada en un realismo absoluto, que a veces resulta difícil de tragar por las revelaciones dolorosas que les espera en el camino a los personajes, pero no por ello deja de ser menos interesante con la carga social de los temas que aborda.

Desde el minuto que Rachel y Phillipe se conocen, es obvio que tienen una química envidiable. Se atraen mutuamente, y es fácil pasar por sobre ciertos comentarios que él le hace con respecto a su nombre y apellido, y sus raíces familiares. Ella es una simple mecanógrafa, él es un traductor, y en la primera cita Phillip le ofrece leer Nietzsche. La manera en la que habla y se conduce, es obvio que se considera un hombre por encima de la media, y eso conquista a la adorable Rachel. Pero el fuego de la pasión se vuelve ascuas cuando él abandona el pueblo, quedando ella encinta en su último encuentro y propiciando una afrenta entre los enamorados que desafía los preceptos sociales del momento.

Un amor imposible

El crecimiento de la pequeña Chantal en la mujer adulta que narra la historia (Jehnny Beth) es un movimiento fuera de eje que resulta en una de las novedades más interesantes del film de Catherine Corsini. La visión subjetiva sobre la historia de sus padres permite vislumbrar el estado mental que atraviesa la tercera protagonista, que recién se dejará ver en todo su esplendor en el tramo final de la historia. Lo imposible del título se hace evidente con el correr de los minutos y el paso de los años en la trama, cuando las actitudes de Phillipe se vuelven intolerables y lo personifican prácticamente como un villano, que clava una puñalada tras otra en los que debieron ser los amores de su vida. Scheider sale indemne del frío encasillamiento de su personaje, y le da leña al fuego de Egira para descollar con una personificación absolutamente enternecedora, no exenta de fallas pero que ama inconmesuradamente a su hija y por ella hará lo imposible, hasta soltarle la mano al que consideró el amor de su vida.

Un amor imposible está basada en una novela de Christine Angot, que de mencionar su nombre revela una de las sorpresas más angustiantes que tiene el film, un as bajo la manga dañino que le pega una patada al tableau emocional de la historia. No se sabe a ciencia cierta si la trama de la novela es autobiográfica o no, pero no quita que la Chantal adulta de Beth sea un sustituto a la autora, quien dialoga con su madre y pone sobre la mesa todo lo que vivió a lo largo de su vida, buscando razón a su tragedia personal. El guión de la propia Corsini se encarga del material sin medias tintas, mostrando sin ocultar y evitando caer en lugares comunes ni de mal gusto, en un drama de época poco convencional que brilla por las temáticas de maternidad en soltería, la importancia de un nombre, y las diferentes percepciones que tenemos sobre el amor.

7 puntos

 

 

 

 

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