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Besos y abrazos
Si Carl Cox, DJ abanderado de los de la old school, dice que la EDM (música electrónica de baile) es «cultura pop contra la gente que de verdad ama la música», ¿se podría decir que películas como XOXO son cultura pop contra aquel que de verdad ama el cine? El 26 de agosto Netflix estrenó una nueva producción original que genéricamente podría acomodarse en el desolado lugar de films sobre música electrónica. La ópera prima del director americano Christopher Louie cuenta con los jóvenes Graham Phillips y Sarah Hyland como protagonistas y se introduce en un lugar que, de ser aprovechado, se puede obtener algo interesante. Lamentablemente, este parece que fuera un aftermovie de Tomorrowland, pero con argumento.
El festival XOXO («Ex ou, ex ou» exclama el público), originado en Portland (Oregon, EE.UU) en el año 2012, se define como un «un festival experimental, espacio laboral compartido y comunidad en línea para artistas y creadores independientes que trabajen online». Recitales, proyecciones de películas, muestras de videojuegos y diferentes conferencias se dan a lo largo de los tres días que dura cada edición anual. El XOXO de este año comenzará el 8 de septiembre y finalizará el 11 del mismo mes. El film de Louie, supervisado musicalmente por el DJ británico Pete Tong, está ambientado en los escenarios del festival en los cuales, durante la noche, tocan los DJs seleccionados. Ethan Shaw (Phillips) es un joven DJ casero, exitoso en YouTube, que la pega en el blanco cuando sube a la red social una mezcla en la que utiliza la voz de su madre (Ione Skye), una cantante frustrada. A última hora y a causa del rotundo éxito del tema, la gerencia del evento le consigue un lugar para tocar sus canciones. La acción transcurre durante medio día, desde que el joven se entera de su participación en XOXO, hasta altas horas de la noche. Además, cruza la historia de un grupo de personajes que asisten al lugar, desde su viaje para llegar a la fiesta hasta su disfrute.
Si XOXO se asemeja a un aftermovie (video de los acontecimientos de una fiesta, desde el principio hasta el final) es porque hay relleno excesivo de situaciones festivas. El claro sobrante de minutos -que parecen publicitar el festival- puede resultar tan divertido como agotador. Louie no se valió de la ventaja que ofrecen los elementos visuales en una historia de este calibre. Si además de prestarle atención a la fiel representación de un festival de música electrónica se hubiera enfocado en desarrollar bien la historia, XOXO sería una película mucho más interesante. A pesar del montaje sospechoso, las interpretaciones no consagratorias y la inocencia de Netflix, algunos personajes -como el del representante libanés de Ethan-, la algarabía del recital y las constantes apariciones de pequeños conflictos, generan un producto destinado al público adolescente, entretenido a cuentagotas.
Muchos son los detractores del dance o la EDM. Ese pastiche de géneros derivados de la electrónica alberga DJs mainstream que llevan consigo grandes masas de público. Las canciones «pop» de David Guetta o Skrillex no hacen caso a los principios de los tipos rígidos de la música electrónica, como Aphex Twin, Bassnectar o el propio Carl Cox. Si se utiliza la analogía con el caso XOXO, se podría decir que se quedará con la espina aquel deseoso de entregar su tiempo a un film que se tome las cosas en serio o sea purista. La película de Louie presenta una historia simple contada a las apuradas, un reparto bello y una tracklist que convoca. La oferta es alguna risa perdida y una hora y media de entretenimiento, que no es poco.
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