Crítica The Tender Bar: el oficio de ser tío

La nueva película de George Clooney se basa en las memorias de JR Moehringer.

Ante la ausencia del padre –que sólo lo oye por la radio- y una madre sin mucha suerte en la vida, el niñato JR recurre a la vieja casa familiar de Nueva Orleans, en la que se encuentran un puñado de familiares albergados por su abuela (Sondra James) y abuelo (Christopher Lloyd). Pero entre ellos se encuentra la figura del tío Charlie (Ben Affleck), quien cuenta con un bar que se llama Dickens en honor al escritor inglés y que le servirá al propio protagonista como mentor para comenzar a afrontar la vida y hasta pensar ¿por qué se llama JR?

La nueva propuesta de George Clooney desde la silla de director junto a un guión de William Monahan (The Gambler), The Tender Bar, adapta la novela autobiográfica del 2005 de JR Moehringer y nos trae de la mano de Amazon un coming-of-age que promete más de lo que termina concretando pero que lo tiene a Affleck como estandarte del proyecto.

Tras la llegada de madre (Lily Rabe) e hijo (interpretado en esta primera versión por Daniel Ranieri) al hogar que con tanta exaltación son recibidos por su abuelo, la historia sigue las vivencias de JR en relación con sus convivientes pero principalmente con Charlie, cuarentón dueño del bar y que, si bien toma la vida con pocas preocupaciones y siempre se muestra relajado, se vuelve una pieza clave para el niño y es quien lo acoge en plena etapa de crecimiento con enseñanzas que le quedarán de por vida.

Pero la película no sólo se queda con el personaje de Affleck, a pesar de ser el punto nodal del mismo, sino que abarca a otros parentescos que con más o menos fuerza se hacen presentes. Desde la lucha constante y la negación personal a volver a casa de sus padres que afronta el personaje de Rabe, hasta las apariciones esporádicas ya sea personal como telefónicamente del padre (Max Martini) pasando por un excelente abuelo Lloyd que no tiene mucho tiempo en pantalla pero nos brinda una de las mejores escenas cuando acompaña a su nieto a la escuela, lo presentado por Clooney nos retrata cómo se fue formando la niñez de Moehringer bajo estas condiciones en un tono dramático nada desanimado.

A partir de allí es cuando caemos en una meseta, y donde pueden comenzar los problemas o las mayores discusiones: tras esa introducción interesante al contexto, elipsis y versión universitaria para nuestro protagonista (interpretado por Tye Sheridan, quien anteriormente se vio con flashbacks en una especie de confesión dentro del tren), que logra ingresar a Yale gracias al apoyo de su tío y con la presión de su madre para ser abogado. Sin embargo, la vida del querido JR alterna por los caminos típicos del adolescente estadounidense y la narrativa se estanca en un espacio donde todo parece volverse redundante, los conflictos se desinflan y no se encuentran escenas memorables o bisagras y las desapariciones momentáneas –algunas no tanto – de los personajes hace perdernos los hilos al relato que se va disminuyendo.

Sobre el final, ya con la historia volcada a los intentos de JR dentro del universo de la escritura o periodismo, el relato vuelve a subir las acciones dentro del camino por destacarse en ese ámbito al igual que la especie de desafío final que tiene para enfrentarse con el villano que tuvo a lo largo de su vida y que debe definir cómo confrontarlo: el padre. Por otra parte, todos los sucesos con Sidney (Briana Middleton) no llevan la misma atención o no parece tener la fuerza y motivación que para la formación del protagonista sí, más allá de esporádicas apariciones en ese lapso junto a Charlie con respecto a los temas amorosos.

A la hora de la dirección, Clooney no repite fórmulas propias que pudimos ver anteriormente por su parte, teniendo como último ejemplo el inverso trabajo en The Midnight Sky, y su trabajo presenta una puesta de escena clásica a la hora de llevar adelante y una correcta ambientación a la época de los ´80 al igual que la personificación de cada personaje con el paso del tiempo.

Sin lugar a dudas que Affleck se lleva todos los elogios en esta historia y puede sorprender, desde un papel descontracturado y con varias líneas de humor que en el último tiempo lo tuvo inversamente en roles con más tinte dramático –a diferencia de su poco correcto conde en The Last Duel-. Sin embargo, nuestro cariño se va también con el enorme Lloyd. ¿Alguien quería ver más de él luego de su papel de amargado en Nobody? Acá parece explayarse y tiene algunos minutos que le permite destacarse.

Por parte de los dos protagonistas, tanto la versión aniñada como la juvenil de JR están muy bien ejecutadas tanto por Ranieri como Sheridan respectivamente, el primero desde la mirada inocente y a la vez perdida en plena etapa de crecimiento y el otro poniéndose al hombro la segunda parte del film, una tarea que ya supo hacer como en The Night Clerk.

¿Quién no quisiera tener a Ben como tio? Bueno, con The Tender Bar respondemos la respuesta muy fácilmente: nadie. El también director es el alma y corazón de la historia, a pesar de que no llega a impactar lo que uno esperaría en la previa.

estrella25