Game of Thrones – Recap 08×06: The Iron Throne

En las secuelas de un devastador ataque a Desembarco del Rey, Daenerys debe enfrentar a los sobrevivientes.

Y un día se terminó Game of Thrones. Un viaje que algunos empezamos a recorrer hace más de 8 años, uno de 73 episodios repartidos en ocho temporadas que nos introdujeron a los mecanismos de un reino vasto y violento, en una lucha permanente por el poder. Mucho se ha debatido en las semanas previas en relación a la decreciente calidad en este tramo final del camino, especialmente con las altas expectativas alimentadas por una espera de casi un año y medio por un nuevo episodio. Así es que llegamos a The Iron Throne, un cierre más que adecuado para una serie histórica.

Se puede no estar de acuerdo con lo que fue esta última etapa. Los realizadores tomaron atajos en el avance de sus personajes para llegar a este punto y eso resintió a una serie que siempre se tomó sus tiempos para desarrollarlos. Un estadio de locura precipitado y la inacción de algunas piezas claves en el tablero nos trajeron hasta esta instancia, y considero que con eso en cuenta la serie cerró mejor de lo que se esperaba. Con una apropiada despedida para la gran mayoría de sus personajes, en el marco de un episodio final que resonó con eventos de las temporadas pasadas y que tuvo dos ejes bien marcados: que el amor es más poderoso que la razón y que no hay nada más poderoso que una buena historia.

Desde el momento en que comienza el episodio, Tyrion tiene un entendimiento acabado de lo que ha sucedido, mientras que a Jon le lleva más tiempo alcanzar esa conclusión. Los dos tuvieron una charla determinante con Varys, aunque solo uno de los dos tenía una relación de amistad sincera como para terminar de entender que realmente tenía razón. La Araña acertó en su predicción, pero ambos dudaron. Y Desembarco del Rey ardió junto a toda su gente. Daenerys es Reina, pero a qué costo. Tyrion recorre la ciudad devastada en completo silencio, entra a la Fortaleza Roja derruida para hallar los cuerpos abrazados de sus hermanos. Jon, por su parte, encuentra a Gusano Gris en plena ejecución de soldados del Reino, rendidos y de rodillas. La orden fue clara y todo aquel que haya servido a Cersei debe morir.

Un plano tan bello como obvio nos muestra a una Daenerys con alas de dragón, que se dispone a pararse frente a sus soldados y arengarlos para seguir adelante, con frases que remiten a viejos discursos en los que se refería a las casas de piedra o las vestimentas de hierro de sus enemigos. La Última Guerra no era tal, o al menos no se terminaría con la llegada al poder. Ahora hay que liberar a todos y eso significa descabezar a todos los reinos. Romper la rueda, para que el pueblo sea libre. Y ella se siente por encima de todos, claro. Tyrion la confronta y renuncia a su cargo como Mano. Lo ocurrido horas antes fue demasiado como para soportarlo en silencio. A sabiendas de su traición por liberar a Jaime, es detenido. Jon Snow sigue en estado de negación. Arya reconoce a una asesina cuando la ve, pero él todavía no termina de aceptarlo, algo evidente cuando visita al Enano encarcelado y tiene una discusión acerca de lo sucedido. Una que fue familiar, en el sentido de que todos hemos mantenido un debate así en días pasados con nuestros conocidos. Tyrion como la voz de los que encontraron injustificada la reacción de Daenerys, Jon que no trata de justificarla pero le da una explicación. El amor es más poderoso que la razón. La ama y es su reina, después de todo. Pero no la de Sansa o Arya y ese es el golpe maestro del último Lannister, reivindicado en este final.

La joven Targaryen accede a la derruida Sala del Trono de Hierro mientras caen las cenizas del cielo, al igual que en su visión en la Casa de los Eternos, en la segunda temporada de la serie. Esta vez llega a tocarlo, a acariciar el centro de poder que siempre deseó, pero no a sentarse. Jon está ahí para hablarle y entenderla. Con cada ciudad tomada ella se hizo más y más poderosa. Sin pensarlo dos veces, cometió un genocidio en Desembarco del Rey. Y eso no es el fin sino el principio, dado que comparte sus planes de seguir adelante liberando pueblos. Porque ella sabe lo que es mejor y la gente no tiene posibilidad de elegir. Esclavos sin cadenas. Un personaje que perdió el Norte, en todo sentido. Jon la besa y la apuñala, en una escena de limitado impacto dramático, quizás porque ya se veía venir y porque los realizadores no buscaron hacerlo memorable más que con el notable trabajo musical de Ramin Djawadi, uno de los grandes héroes de este capítulo -también se tiene que destacar la impecable fotografía de Jonathan Freeman-. Drogon trata sin éxito de despertarla. No ataca a Jon Snow, a quien conoce y respeta. Pero derrite el Trono de Hierro. Con su furia incontenible destruye el centro de poder de los Siete Reinos y termina por concretar el objetivo de su Madre, más allá de que ella perdió la brújula en el proceso. La rueda finalmente está rota.

Fundido a negro y las semanas pasaron. No vemos la reacción de los Inmaculados, los Dothraki  o Gusano Gris ante la muerte de su Reina. Apenas había seis episodios, no había espacio para cosas menores como el impacto emocional en un ejército ante la pérdida de su Madre, menos para temas nimios como la reconquista de las Islas de Hierro o el nuevo heredero de Dorne, territorios en los que pasamos tiempo en años pasados. Tyrion preso es llevado ante un consejo de lores y ladies de Poniente. Torgo Nudho exige justicia, pero no es quien para demandarla. El Enano, detenido y todo, es la cabeza de una de las últimas grandes casas que quedan. Hace falta elegir a un sucesor al Trono y después de dos intentos fallidos, uno de auto-nominación interrumpida del torpe Lord Edmure y uno de aproximación a la democracia de Sam Tarly, el Enano resuelve que el mejor candidato es Bran el Roto. Nadie tiene una mejor historia que él –excepto, claro, Jon Snow / Aegon Targaryen o Arya Stark- y las historias son lo que une a la gente. Él no quiere el Trono, lo que lo hace un candidato perfecto. No puede tener hijos, con lo que la rueda definitivamente estará rota. En lugar de una monarquía, Poniente se regirá con una oligarquía, en la que los lores y ladies decidirán al próximo mandatario. Todos respaldan la elección, aunque Sansa expresa el deseo de que Invernalia se mantenga independiente. Y así se da larga vida a Bran el Roto, de la Casa Stark, Señor de los Seis Reinos.

Su primera medida como Rey es el castigo justo al Enano, que no quiere ser Mano y por eso se pasará la vida reparando sus errores. Después hay que decidir el futuro de Jon Snow y se opta por enviarlo a la Guardia de la Noche. Los Inmaculados querían su cabeza pero eso hubiera desatado la guerra. Los Stark lo querían libre, pero eso hubiera generado lo mismo. Todos conformes en su disconformidad. A su llegada a Castillo Negro, rostros familiares lo reciben. Tormund y Fantasma lo están esperando y finalmente llega esa demorada caricia al amigo fiel. De ahí se irá conduciendo a los salvajes para vivir entre ellos, lejos de las luchas de poder y de los cargos que le fueron imponiendo pero que nunca quiso. En tanto que se ve un brote verde que anticipa el fin del invierno y el comienzo de la primavera, un montaje paralelo ata el futuro de estos tres personajes centrales. Jon, Arya y Sansa encaran su futuro. El primero hacia su vida más allá del Muro, Sansa nombrada Reina del Norte y aclamada por su gente, Arya embarcada hacia la región que no está en los mapas, hacia el fin del mundo, aquello que está al Oeste de Poniente. Deseo que ya había hecho explícito, casualmente en el episodio 8 de la temporada 6. Con Bran electo rey, la verdadera sorpresa del episodio, los cuatro sobrevivientes de la familia Stark tienen el final más feliz que se podía aspirar.

Hubo mucha crítica a David Benioff y D.B. Weiss en las últimas semanas, pero considero que este episodio es un cierre apropiado, ni de cerca lo malo que plantean algunos desilusionados. Se apuró por demás el paso en las últimas semanas y se tomaron decisiones cuestionables para llevar a los protagonistas hasta este punto. Uno no se molestó con la idea de Daenerys como la Reina Loca, sino los atajos que se tomaron para llegar hasta ahí. Y a partir de eso, la serie cerró en forma justa a prácticamente todos sus personajes centrales. Tyrion como la cabeza de un nuevo Consejo Privado, secundado por Davos como Maestro de Naves –ascendiendo desde un contrabandista de poca monta hasta el jefe de la Armada de Poniente- y Bronn del Aguasnegras como Lord de Altojardín y Maestro de la Moneda –un Lannister siempre cumple con sus promesas-. Samwell Tarly como el Gran Maestre que esta nueva ciudad se merece. Brienne de Tarth como Lord Comandante de la Guardia Real junto a Podrick Payne, que además se permite –o se toma el atrevimiento- llenar la página de Jaime Lannister en el Libro Blanco, reivindicando al otrora simple Matarreyes. Gusano Gris, el más pisoteado en este cierre, tiene la chance de llevarse a sus hombres hacia la Isla de Naath, el lugar del que provino su amada.

Y así concluyó una de las series más importantes de la historia de la televisión. Con una temporada final que no estuvo a la altura de las anteriores, que llevaron al programa a instalarse como tal. Con una temporada apurada, que optó por un camino abreviado y de planteos efectistas para alcanzar el punto al que estaba destinada. Y terminó con una nota positiva, dulce, para lo que hasta ahora era un trago amargo.