Humphrey Bogart, el primero de los duros

Se cumplen 120 años de su nacimiento.

Humphrey Bogart, Casablanca

Nació en una fría Navidad neoyorquina, cuando el mundo despedía el siglo XIX. Por aquellos años, el cine era una novedad absoluta. Los primeros intentos documentales llevados a cabo por los hermanos Lumiere lejos estaban de convertir al arte cinematográfico en la preciada maquinaria industrial bajo la cual cobraría forma. Tampoco se adivinaba la suerte de aquel natalicio, a la vuelta del cambio de calendario. Al mayor de tres hijos de un matrimonio de clase media, el destino le reservaría un sitial en el olimpo de grandes intérpretes de la era dorada del cine hollywoodense.

Se alistó en la marina americana para combatir en la Primera Guerra Mundial. Fue herido en combate y salvó su vida de milagro, escribiendo así las primeras páginas de una leyenda destinada a brillar en el mundo del celuloide. Fue descubierto por el productor de teatro William A. Brady en los tempranos años ’20 y llegó a encarnar decenas de papeles memorables. Fue el epítome del galán que marcó una época, construyendo -con paciencia y acertada elección de películas- una sólida trayectoria durante la siguiente década. A las órdenes de John Huston en su ópera prima (El Halcón Maltés, 1941), Bogart fue un detective privado (el mítico personaje literario Sam Spade) tan duro como implacable: un héroe a su medida, romántico a su manera y el tipo de personaje que lo caracterizaría a lo largo de su carrera en films como El Sueño Eterno (The Big Sleep, 1946) y Casablanca. Un pasaporte directo al estrellato.

Humphrey Bogart, The Maltese Falcon

Al respeto de este último film, la pareja protagónica de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman tiene un lugar en la historia grande del cine, y en esta película demuestra incontrastable química. El gran Boggie se sale de su rol de detective duro y clásico, que le veríamos en aquellos años ’40, para ponerse en la piel del prototipo de antihéroe: perdedor, solitario, melancólico y sentimental. Dirigido por Michael Curtiz (con quien ya había trabajado en Ángeles con las Caras Sucias, 1938), nos regala parlamentos que han quedado en la historia grande de la cinematografía mundial.

Bogart fue un duro antihéroe que caracterizaría en dicha similitud a otras reconocibles creaciones a lo largo de la filmografía de tan notable actor, quien no pierde en ningún momento su aire seductor, manteniéndose frío e impasible ante la corrupción más inmoral y mientras que el mundo que lo rodea se desmorona. Estas son las características que definen a su Philip Marlowe (otra gran creación literaria), al que da vida en El Sueño Eterno (Howard Hawks, 1946). Entre mentiras y engaños, Marlowe luce en absoluto dominio: controlador e implacable, es el héroe perfecto.

Humphrey Bogart, The Big Sleep

El Sueño Eterno es una obra de cine noir. Ese personaje sombrío que Humphrey Bogart eternizara e hiciera una institución -tantas veces imitada, jamás igualada- también dice presente en esta transposición de Raymond Chandler con guion de William Faulkner. Sin rumbo, duro, recio y arrastrado a un camino de perdición indefectible, repite la dupla conformada junto a Lauren Bacall, aprovechando la química y el éxito que esta pareja le había deparado al mismo director en la brillante Tener y no Tener (To Have and Have Not, 1944). Cabe destacar, que los intérpretes acabarían siendo marido y mujer en la vida real poco después de concluido el rodaje, convirtiéndose en una de las parejas más célebres de la época de Oro hollywoodense. Repetirían en la gran pantalla con similar éxito en La senda tenebrosa (Dark Passage, 1947) y Huracán de Pasiones (Key Largo, 1948).

Luego llegaría La Condesa Descalza (Joseph L. Mankievwicz, 1954), en donde nuestra estrella cumple, sin concesiones, con un rol que le cabe a la medida y que, a aquellas alturas de su dilatada trayectoria, sabía componer de memoria. No obstante, no resultó sencillo a Bogart hacerse con el mítico papel de Horas Desesperadas (The Desperate Hours, 1955), una obra teatral interpretada por Paul Newman en las tablas de Nueva York. Se entiende, por ello, que el personaje central estaba pensado para alguien mucho más joven que el recio Boggie. Las crónicas cuentan que Humphrey y el mismísimo Spencer Tracy se disputaron la primacia hasta que el mismo fue a parar a quien más contento estaba con la paga recibida.

Humphrey Bogart, The African Queen

Un duro como Boggie resultaba inmejorable para enriquecer con su aura semejante rol protagónico, uno más que engrandecía su ilustre y prolífica obra. El enorme William Wyler fue el encargado de darle el último rol de hombre duro al incomparable actor, cuya vida se apagaría meses después de concluido este rodaje. Aquí, Boggie es el temible Griffin, un presidiario fugitivo que no tiene nada que perder. Con esmero, nos entrega el último de sus clásicos papeles de hombre duro, singular característica de una carrera de leyenda que encuentra en esta interpretación la solvencia y la marca registrada de las mejores épocas, a pesar de su notorio envejecimiento.

Ganador del Premio Oscar en 1952 por La Reina Africana (John Huston), Bogart ya era una estrella en pleno declive físico al que su salud maltrecha solo le permitiría una intervención más para despedirse a lo grande, en Más Dura Será la Caída (The Harder They Fall, 1956). Esta pintura clásica y acabada del mundo del boxeo, visto desde una perspectiva que desnuda el crudo ambiente de este ámbito deportivo, establece un imponente duelo actoral entre Bogart y su co-protagonista Rod Steiger.

Humphrey Bogart, The Harder They Fall

Esta antológica figura masculina del cine americano supo ser un eterno galán, un recio seductor y un implacable detective privado. Pertenece a un tiempo dorado revestido de sensible romanticismo y, a la vez, dominado por leyes morales impartidas por hombres fuertes. Cuando aún nos seducía la mística del blanco y negro resaltando su impecable atuendo y su humeante cigarrillo… Allí supo reinar, iluminando la gran pantalla. Falleció en Hollywood, un 14 de enero de 1957.