Stanley Kubrick: La arquitectura cinematográfica

Un repaso por la filmografía del legendario cineasta.

Stanley Kubrick

Pocos años le llevó a Stanley Kubrick en su carrera como director para revelarse como un auténtico autor, audaz y provocativo, dueño de un estilo definido y probado. Luego de debutar con Fear and Desire (1953), incursionaría por primera vez en el cine negro con una obra menor en cuya huella puede rastrearse el estilo policial concebido de allí en más. Ese film se llamó Killer’s Kiss (1955), y en aquella ocasión narraba en forma de flashback un triángulo amoroso devenido en crimen.

Un año después, gracias a su brillante The Killing (1956), el film que lo catapultó al estrellato y al reconocimiento, Kubrick concibe un genial ensayo explotando al máximo la imaginación del gran novelista Jim Thompson y su colaboración sobre la historia. Un obsesivo de la perfección, meticuloso hasta el más mínimo detalle, se ve claramente su mano artesana al ambientar este film noir con una atmósfera lúgubre y oscura. Un consagrado arquitecto cinematográfico, el realizador neoyorkino construye un film que narrativamente resulta insuperable. Así, consigue reflejar la novela original de Lionel White y, mediante esta fuerza narrativa y visual, el póstumo autor de Eyes Wide Shut (1999) aborda con resonancia y contundencia el cine policial.

Stanley Kubrick, Dr. Strangelove

A lo largo de su magna obra, Kubrick se caracterizó por desafiar los cánones de los géneros que abordaba, confirmándose como un artista a la vanguardia del lenguaje. Innovador en el tratamiento y usos del tiempo narrativo, a menudo se valió de varios puntos de vista de diversos personajes sobre un hecho en común, generando múltiples disparadores argumentales que enriquecían la propuesta. Para muestras basta la icónica Casta de Malditos, en donde juega con el tiempo a su antojo: ralentizándolo, acelerándolo y deteniéndolo por completo para estructurar a la perfección su relato.

Gracias a películas como Spartacus (1960), entre otras gemas de la época, se puso de moda un cine basado en la Antigüedad que pululó durante toda la década de los ’50 y el ’60 para hacer frente a la televisión, propiciando un género épico cuya anterior masividad había ocurrido en la era muda. Sin embargo, la carrera de Kubrick tomaría otros rumbos: Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964) representa un auténtico y audaz reto para la cinematografía de aquellos años.

Stanley Kubrick, The Killing

El autor se anima a tratar de un modo lúdico con los alterados ánimos de una sociedad que, por aquel entonces, se recuperaba de la polémica suscitada por los misiles cubanos, aun temiendo amenazas nucleares y conviviendo con el fantasma de la Guerra Fría. Estos elementos son los que toma Kubrick para reconvertirlos en una comedia satírica. No obstante, esta obra pertenece a su temprana filmografía y pueden notarse, fácilmente a lo largo del film, una serie de marcas estéticas que caracterizaron al director a lo largo de las siguientes décadas. Irreverente, arremete con absoluta incorrección política sin escatimar cinismo y sátira, dos características comunes de su temprana obra, a la vez que nos introduce de manera muy efectiva a su forma tan singular de comprender el humor. Abordando un género que no volvería a repetir en su trayectoria, cumple con el objetivo de entretener y a la vez despertar la polémica ofreciendo una obra profunda y pensante.

Casi una década le tomó a Stanley Kubrick la total concepción de 2001: A Space Odyssey (1969), auténtica obra maestra del cine, desde su profunda estructura argumental hasta su imponente implementación visual. Adaptado sobre un cuento escrito por el novelista Arthur C. Clarke (El Centinela, 1948), se encumbra como una de las mejores realizaciones cinematográficas de todos los tiempos. Cabe destacar que, del total de dos años que demandó la filmación de la película, Kubrick empleó únicamente los primeros seis meses para realizar las escenas con actores, concentrando el tiempo restante en diagramar las tomas con efectos especiales.

Stanley Kubrick, 2001: A Space Odyssey

Existe una implementación pionera en el apartado técnico, absolutamente desconocida para la época, en donde el cineasta propone un interesante juego de cámaras, utilizando al entorno espacial como un protagonista excluyente del relato. La escenografía, la fotografía y demás recursos técnicos empleados son revolucionarios en este sentido. Esta película representa para el realizador neoyorkino la consagración como autor de culto, cineasta de élite y consumado provocador a través de su arte.

Kubrick plasmaría en esta obra cúlmine sus más reconocibles características autorales: la precisión técnica, la estilización visual y un marcado simbolismo potenciado a través de su instrumento narrativo. De esta forma, se constituye en un auténtico visionario, concibiendo semejante obra de ciencia ficción fuera de todo canon conocido hasta entonces. La magnífica factura de 2001: Odisea del Espacio lo confirma como un auténtico adelantado a su época, merced a una interpretación subversiva del género y de una hondura filosófica inobjetable.

Stanley Kubrick, A Clockwork Orange

Dos años después, magníficamente adaptada de la novela de Anthony Burgess, Stanley Kubrick se propone mediante A Clockwork Orange (1971) desenvolver la naturaleza de la violencia por medio de una sátira pseudo-futurista, oscura e irónica. Su visión tan radical da como resultado una encarnizada sátira de una sociedad futura consumida por la brutalidad y el salvajismo. El autor, en su estado más puro, hace gala de sus virtudes, excesos, desmesuras y caprichos.

Si apenas un par de años atrás Kubrick se mostraba como un auténtico visionario, en esta ocasión su ensayo profético no parece tan lejano. Poniendo el acento en una Inglaterra espejo de una sociedad vigente, donde el extremismo de las conductas y el siniestro manejo de las instituciones reflejan un mundo convulso, se atreve a abordar y juzgar mandatos e instituciones sin eufemismos. Kubrick es un auténtico provocador que deslumbra los sentidos y la mente, ejerciendo una demostración de fortaleza autoral que lo convierte en un verdadero genio del cine.

Stanley Kubrick, Barry Lyndon

En cada una de sus obras, nos aporta sus habituales marcas registradas, y Barry Lyndon (1975) no es la excepción. Aquí se observa un evidente esfuerzo en la cuidada ambientación, cuya escenografía destaca los ámbitos en donde tiene lugar esta historia situada en siglo XVI. Un profundo duelo de caracteres potencia un crudo drama en manos de un Kubrick pasional. El perfeccionismo en los rubros técnicos se hace eco en un nivel de detallismo extremo, enriqueciendo una puesta cuya sutilidad recuerda a las mejores adaptaciones de época de James Ivory.

Stanley Kubrick, The Shining

En 1981, sacude nuevamente nuestra capacidad de fascinación con una reliquia del cine de terror: The Shining, adaptada de una popular novela del maestro Stephen King. Intelectual y exquisito, sabe cómo moldear esta transposición alrededor de una trama escalofriante, a la que pule como una autentica obra escultural, tan lejana y distante de la mediocridad en que resultan los hoy maltratados films del género. El realizador de Full Metal Jacket (1987) posee la habilidad de un autor consecuente con su propio legado, capaz de condensar la esencia filosófica del genio literario a quien versiona, plasmando su propia visión del mundo y sus inquietudes.

De un grado de perfeccionismo y obsesión tan propias de un adelantado, el cineasta neoyorkino plasma en la retina de sus espectadores sus miedos e inseguridades más intrínsecas, como un reflejo del mal que la cámara observa, impulsada a un vacío insondable, regalándonos escenas icónicas. The Shining concibe un suspenso tan extraño como inquietante y sobrecogedor. Kubrick es un artesano que articula y manipula sus elementos de forma macabra.