The Tragedy of Macbeth: la puesta en escena como protagonista

La protagonizan Denzel Washington y Frances McDormand.

¿De qué va? Macbeth es convencido por un trío de brujas de que se convertirá en el próximo Rey de Escocia, y su esposa, ambiciosa y despiadada, lo ayudará a que sus planes se concreten.

Presenciar hoy que obras de antaño, aquellas que marcaron un paradigma a la hora de narrar, resurgen como nuevas adaptaciones tanto cinematográficas como teatrales no es una simple casualidad. Ya sea por su simpleza como por una necesidad de volver a las raíces, como una suerte de reinicio estructural ante tanta parafernalia, son varios los directores que se abocan a la reimaginación de estas obras que hacen ruido desde hace miles de años.

Tras el espectáculo visual que nos regaló Spielberg con su West Side Story, que no es más que una reversión de los dos jóvenes enamoradizos de Verona, y la epopeya con notas shakesperianas que Villeneuve nos demuestra en su Dune, hoy le toca a uno de los Coen exponer su propia visión de un nuevo clásico, también salido de la cabeza del dramaturgo inglés.

Pero, ¿queda algo más por contar o, en todo caso, por reinterpretar de Macbeth y su fatídico destino? No solo eso, sino que Joel, junto con Bruno Delbonnel, director de fotografía de la cinta (que además nos regalos imágenes hermosísimas en Inside Llewyn Davis, Darkest Hour y en Harry Potter y El Principe Mestizo), nos traen un ejercicio impecable de puesta en escena, y de cómo una adaptación teatral no tiene que caer, necesariamente, en una “obra de teatro filmada”.

Es en la planificación y en las expresiones actorales dónde se encuentra el poderío del film, brindándonos planos y contraplanos que descansan en las miradas y planos aberrantes que nos adelantan los infortunios que se presentarán en la aventura. Con una neblina que se vuelve cada vez más apabullante y espumosa, los personajes, verborrágicamente introspectivos, dan vueltas sobre una puesta minimalista, en donde las sombras cortan el fondo para marcar la dualidad que acompaña al tema de la película: ¿Poder u honor?

De esta forma, gracias a la sutileza que tanto Coen y Delbonnel manejan en este lienzo claroscuro, se nos presenta una puesta en escena que es la verdadera protagonista del film, demostrándose así en aquellos planos generales que dejan en miniatura a los actuantes, dando a entender que tanto Macbeth (Denzel Washington), Lady Macbeth (Frances McDormand), Banquo (Bertie Carvel), Macduff (Corey Hawkings) y el resto de los personajes que acompañan no son más que marionetas dentro de un juego de poder que los sobrepasa, en dónde un círculo de violencia y venganza que no tiene principio ni final rondará entre ellos para siempre.

Aún así, la sobrexposición de los diálogos textuales, sacados tal cuál de la obra original, juega como un arma de doble filo, haciendo que la autoría de esta reinterpretación recaiga en un capricho de fidelidad al libreto más que en una búsqueda novedosa, tal cual se evidencia en el plano visual. La transformación del texto o la ausencia del mismo, al igual que el trabajo minimalista que presenta la imagen, hubiera aportado aún más a este metraje que se disputa entre ser un ejercicio de puesta en escena o una película que de verdad aporte algo diferencial al este cine de autor.

De todas formas, es imposible ignorar el disfrute visual que nos regala The Tragedy of Macbeth y el cómo estas obras de más de miles de años pisan tan fuerte que su paradigma sigue rondando en las películas más autorales cómo en las más taquilleras.

estrella35