Crítica de Black Adam: la búsqueda del campeón de DC se queda corta

Dwayne Johnson decepciona con la película que prometía revitalizar al DCEU.

Desde hace años DC intenta encontrar su rumbo en el cine, un estilo propio para poder hacerle justicia a los icónicos personajes de la casa de cómics. En toda esta exploración entran Zack Snyder, James Wan, Patty Jenkins; y si bien se puede creer que todos forman parte de un mismo universo, las películas que hacen son muy diferentes entre sí, cada una con una marca de autor distintiva, nos guste más o menos. Y después está Black Adam, una mezcla de todo lo que se hizo antes, sin mucho sabor y salida directamente del cable en una tarde de sábado de 2007.

Dwayne “The Rock” Johnson es el mayor propulsor de este proyecto, así como Ryan Reynolds lo fue de Deadpool, pero lamentablemente ahí es en dónde se pueden terminar las comparaciones entre estas dos obras del cine de superhéroes, porque mientras una fue una apuesta jugada que rindió sus frutos, el último estreno de Warner Discovery es una cinta con gusto a poco, que va a dejar a más de un fanático fantaseando con una película de la Justice Society of America, en lugar de esta olvidable tira del campeón de Kahndaq.

Con un montaje inicial que ya vimos infinidad de veces con pequeñas variaciones, se presenta la historia de este pueblo que vivió bajo la opresión de diferentes poderes durante toda su historia, pero que en el momento de mayor necesidad encontraron a su campeón, a quien le fueron otorgadas la resistencia de Shu, la velocidad de Horus, la fuerza de Amón, la sabiduría de Zehuti, el poder de Atón, y el coraje de Mehen. Si esto suena familiar, es porque Shazam y Black Adam tienen el mismo origen y por eso también no se llevan muy bien en los cómics.

Pasaron miles de años y ahora Kahndaq está bajo el control de “Intergang” un ejército de mercenarios que los explota por sus recursos naturales y obliga a los habitantes a vivir en un constante estado de militarización -cabe aclarar que este país queda en Medio Oriente-; casi que el estudio quiso reconocer el rol que juega Estados Unidos en esa región al ocuparlo con guerra tras guerra desde hace décadas, pero mejor no hacerse cargo y tirarle la pelota a un ejército mercenario que no tiene ningún tipo de relación con países reales. Esto tampoco sorprende ya que son varias las películas estrenadas en los últimos años que juegan las cartas de auto conscientes y “despiertas” con cuestiones sociales, pero deciden diluirlo y le restan importancia, por lo que en la trama esto se siente como algo forzado y que no tiene relevancia. Eso pasa en muchas ocasiones a lo largo de Black Adam: diálogos que parecen generados por una IA sin emociones, que pecan de obvios y hasta que dan un poquito de vergüenza ajena.

El corazón de esta película está en la familia que protege Teth Adam, nombre original del protagonista. Pero tanto el niño como la madre, un arquetipo de mujer fuerte de peli de superhéroes, son chatos y lo que tiene para aportar en lo emocional a la trama es casi nulo y, teniendo dos horas de duración, se hace hasta tedioso.

En cuanto al protagonista, no se puede negar el carisma que tiene The Rock, de hecho es tal que le dejamos pasar que sea un actor del promedio para abajo; pero si no puede hacer uso de su simpatía, de sus chistes y sus cejas, lo que tiene para ofrecer no es suficiente y se nota mucho. Este antihéroe que interpreta es taciturno, estoico, poco expresivo; todas cualidades que Dwayne no puede transmitir del todo y, como resultado, su interpretación es mala, porque en ningún momento conecta con el espectador, más allá de algún que otro chiste que, a pesar de lo básico, logra ser efectivo.

Pero si de actuaciones hablamos, no se puede no destacar el trabajo de Pierce Brosnan, que se pone en la piel del mítico Doctor Fate y es, sin lugar a dudas, lo mejor de toda la película. Un caballero con todas las letras que además tiene una conexión mística con uno de los hechiceros más poderosos del mundo, y es el corazón de la JSA. Lamentablemente, no está lo suficiente como para poder salvar esta historia, pero las escenas que comparte con Hawkman (Aldis Hodge) son lo más disfrutable de esta cinta. La química entre ellos es innegable, cuentan con la ventaja de tener a dos personajes icónicos y, por sobre todas las cosas, son buenos actores, cosa que no se puede decir de todas las personas involucradas en esta producción.

Pero lo que termina de condenar a esa cinta es lo larga y tediosa que se hace, en gran medida por lo feo de los efectos especiales y el abuso de cámara lenta, algo que DC parece que no tiene pensado soltar en el futuro cercano, incluso cuando el director que lo introdujo ya no forma parte de este universo cinematográfico. Este recurso, que usado en la medida justa puede ayudar a mostrar algún poder o el detalle de un personaje o batalla, acá es utilizado hasta el hartazgo y lo único que logra es que parezca una publicidad poco imaginativa. Además, deja en evidencia lo poco cuidado del CGI en más de una escena; y a esto se le suma el uso de ese filtro oscuro y sin brillo de las películas línea Zack Snyder, que hace que el visionado sea todavía más pesado.

Black Adam era una buena idea en papel por lo que podía aportar el personaje, por lo que supone la presentación de la JSA y por lo que traería al DCverse, pero erraron en casi todo lo que querían construir y el futuro de este universo parece cada vez más confuso, incluso con una escena post-créditos que de seguro genere reacciones mezcladas en la audiencia.

Una verdadera lástima que este año no podamos ver la segunda parte de “Shazam!”, ya que su predecesora había demostrado que podía tomar todos estos conceptos y usarlos de una manera mucho más efectiva y entretenida.

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