Algunas líneas sobre Cowboy Bebop, una joya de la animación japonesa

Las razones del éxito de este animé de culto, libre de spoilers como para despertar la curiosidad de nuevos espectadores.

En vísperas del debut de su versión live action, Netflix le dio una alegría a muchos fans del animé con el lanzamiento de la Cowboy Bebop original en la plataforma. Estrenada en 1998 por el estudio Sunrise y Bandai Visual, la serie se convirtió junto a su otra joya contemporánea, Evangelion, en una de las animaciones japonesas más importantes de la historia. La estructura de cyberpunk-noir-espacial cautivó a una audiencia que llevó a convertirla en todo un culto. De manera simple, y teniendo en cuenta los años que tiene, los invitamos a profundizar algunos puntos para intentar entender por qué sucede eso: qué es lo que convierte a Cowboy Bebop en Cowboy Bebop. Y en caso de que no la hayan visto, puede servirles de puntapié inicial o último empujón para entrar en este universo.

Como punto de partida, su estética es única. Una combinación entre un futuro distópico y un escenario vintage constante. Atractiva desde su inicio, posee elementos eclécticos que caracterizan espacios, personajes y escenas. Desde el estilo de traje «elegante y desaliñado» de Spike Spiegel hasta lo punk y rudo del cyborg Jet Black -o al menos en apariencia-, todo es una combinación de estilos e influencias. El western, el cine noir y hasta los años ’80 y el neón forman parte del ecosistema que construye la serie en cada uno de sus episodios.

Otro de los elementos que contribuyen al fenómeno y mito de Cowboy Bebop es su corta duración. A diferencia de lo que posiblemente sufrió Evangelion con varias películas y finales que expanden y contradicen otros cierres, este animé se construye con simpleza: de principio a fin, sin mucho más. En forma concisa, son 26 episodios con un ritmo inigualable, con una estructura de historias contenidas en cada episodio que, de a poco, terminan por alcanzar un clímax único. La fugacidad juega a favor, a tal punto que la serie nunca tuvo una secuela. Es más: la única película que tiene transcurre de manera independiente y está ubicada alrededor de la mitad de la serie, sin tener que comprometer plenamente su trama original.

Con esto, llega el peso que tiene la construcción de personajes, que también se visibiliza en cada historia personal. Nuevamente, en menos de 30 capítulos, vamos a ir conociendo las razones y hechos que llevan a cada uno de los tripulantes de la nave Bebop a estar ahí. El desamor, la venganza, las huidas y el abandono caracterizan gran parte de ello, lo que hasta se convertirá en punto de comunión entre sus protagonistas. Así es que la trama tiene una profundidad emocional que está por debajo de toda la aventura que brinda: cada uno de los personajes tienen su punto final, lo sentimos pero no sabemos por qué, y la serie se va a encargar de llevarnos a eso. Por eso el concepto de «familia» es algo clave para los protagonistas. Durante todo el desarrollo, la cantidad y la forma de convivencia entre los personajes va cambiando totalmente. Los choques y las actitudes se mantienen en constante avance, aportando aspectos humanos claves para la empatía con cada uno de ellos. Ellos no lo saben pero se necesitan entre ellos, algo que irán aprendiendo capítulo a capítulo. A modo de pequeñas pistas, cada episodio de la serie nos da una pieza de rompecabezas que armamos a medida que avanzamos.

A modo de cierre, la música merece un párrafo aparte. Nuevamente de manera comparativa a lo que es Cruel Angel’s Thesis para Evangelion, la introducción de Cowboy Bebop adquirió una identidad propia y totalmente destacada en sí misma. Todo esto surge de la cabeza de la compositora Yoko Kanno quien, al encargarse de la música del animé, fundó el grupo The Seabelts. Así fue que Tank! -la canción de los títulos iniciales- se compone por un estridente jazz, con un estilo bien clásico y alusivo a los años ’50, como una canción que parece sacada de una historia de Jack Kerouac y la generación beat. Con esa carga nostálgica, toda la música se ve atravesada por el jazz, el blues y hasta el ska. En su mayoría las piezas son instrumentales y exploran estos géneros en todos sus aspectos: desde la máxima esquizofrenia y rapidez para la aventura, a la soledad y el vacío con el uso de la armónica como instrumento principal. Sin embargo, cada final de episodio llega con una canción donde sí se suma la voz, llamada The Real Folk Blues, y en donde al grupo se le une Mai Yamane. Enérgica pero con una cadencia dramática, funciona como un cierre perfecto: un destile de la soledad y el dramatismo que los personajes atraviesan detrás de tantas aventuras.

Llena de capas entretejidas y temas que se van profundizando a medida que todo avanza, Cowboy Bebop es una serie que nos da todo: futuro y nostalgia, estilos modernos y vintage, aventura y drama. Simple, breve y eficaz. El culto hecho animé. Es muy corta de ver: háganse el favor.

See you space cowboy…

 

 

 

 

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Guido Villanueva

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