Crítica de Abrakadabra

Un prestigioso mago muere accidentalmente durante un arriesgado truco de magia. 35 años después, su hijo Lorenzo, también mago, presenta un show de magia. A partir de allí comenzarán a sucederse una serie de asesinatos que intentarán incriminarlo.

Los hermanos Luciano y Nicolás Onetti son una sensación nacional dentro del cine de terror. Se dieron a conocer con el giallo Sonno Profondo y Francesca (mi reseña) para luego dar el salto hacia el slasher estilo americano con Los Olvidados (reseña), con el cual probaron las mieles un tanto más mainstream que sus habituales proyectos. Abrakadabra, su film más reciente, propone un regreso a sus raíces, que nunca abandonaron del todo, en el que resulta su homenaje al giallo más auténtico y celebratorio de todos los presentes en su filmografía, con una historia convincente y rebosante en estilo y sangre.

German Baudino interpreta a Lorenzo, un mago adulto que sigue el negocio familiar tras la trágica muerte de su padre casi cuatro décadas atrás, cuando un truco salió mal y terminó la carrera de El Gran Dante. Atribulado por su pasado, entregado al alcohol y las mujeres, Lorenzo está a punto de presentar un gran show en uno de los teatros más importantes de la ciudad, pero un cruento crimen sucede y todo apunta al mago en desgracia. Lo que sigue es un thriller de misterio superestilizado con todo lo que hace a un buen giallo: un asesino serial, una investigación, violencia y sangre, mujeres de ropa ligera, colores chillones y primerísimos planos y zoom.

No es un alejamiento de la fórmula de parte de los Onetti, sino un perfeccionamiento de la misma. Abrakadabra es puro homenaje al horror italiano, pero de una manera mucho más digerible para los espectadores no familiarizados con esta rama del horror, que resulta más un arte perdido que una vía válida del horror actual. En 70 minutos, los Onetti condensan todo su amor por el giallo en una película que se deja ver, tiene grande momentos y una vuelta de tuerca final que resignifica toda la película. Quizás no sea la mejor manera de cerrar el arco narrativo, pero está más compensado con estilo y la más sustanciosa de sus historias en esta trilogía de homenaje al cine italiano, que depara un augurioso futuro para los hermanos.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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