Crítica de Adiós Entusiasmo

Axel, de 10 años, vive con su madre Margarita y sus tres hermanas veinteañeras en un departamento de Monserrat. Por decisión propia, Margarita está encerrada en su cuarto como parte de un tratamiento casero que no se termina de explicar. Ante el pedido inicial de su madre, Axel y sus hermanas deberán jugar a ser sus guardia-cárceles en un extraño acuerdo de auto-preservación.

Hacer mucho con poco, una constante dentro del cine nacional. Más allá de la calidad del resultado, no puede negarse la capacidad de numerosos talentos -no hablemos solo de Argentina, extendamos el alcance hasta el cine latinoamericano- para exprimir al máximo los contados recursos con los que se poseen. El caso de Adiós Entusiasmo no es la excepción pero, a diferencia de muchas obras que corren por estos tiempos dentro del país, el film del colombiano Vladimir Durán apunta más hacia lo experimental, lo teatral, lo metarreflexivo, con lo que su visionado no deja indiferente, ya sea que guste o no.

Una serie de acciones casi incoherentes que reúne a tres hermanas con su pequeño hermano, visitas improvisadas, performances artísticas, conflictos familiares, todo ello en función de un personaje que jamás sale en pantalla, y sin embargo es su voz la que marca esa invisible presencia -casi como una diosa- la que conjuga todas las acciones. Adiós Entusiasmo es difícil de roer; si se busca claridad, conflicto y trama, nada de ello se puede encontrar. El film se va a armando como un rompecabezas que nunca formará una imagen prístina, todo es heterogéneo; las acciones y diálogos se desenvuelven más como si se estuviese presenciando el teatro del absurdo de Artaud o Jarry.

Lo último no significa que no sea capaz de lograr momentos de extrema tensión. En el clímax del film resuena la gran obra danesa de 1998 The Celebration, donde finalmente los personajes sacan los «trapitos al sol» aunque sin el nivel grotesco y pesado de aquella. La eximia Verónica Llinás se adueña de este momento con una potencia avasallante.

Pequeña, intensa, dificultosa, hay que tenerle paciencia a un film como Adiós Entusiasmo si es que no se está acostumbrado a este tipo de obras. Estimula la visión de un espectador que debe pensarlo, y si no se puede, Durán permite que uno se agarre del humor absurdo y la familiaridad del embrollo en el que se ve metida esta familia.

 

 

 

 

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Matías Carballa

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