Crítica de Backtrack / Ellos vienen por ti

El psicoterapeuta atormentado Peter Bower sufre de pesadillas e inquietantes visiones. Cuando descubre un horrible secreto que todos sus pacientes comparten, es puesto en un camino que lo lleva al pequeño pueblo del que huyó hace años. Allí confrontará sus demonios y develará un misterio que ha estado en desarrollo por 20 años.

La carrera de Adrien Brody viene en picada hace rato, otra víctima más de la maldición de ganar un Oscar. La estatua dorada es a veces cruel y no garantiza que un triunfador tenga trabajo estable durante el resto de su carrera. Brody es un ejemplo masculino de dicha maldición y Backtrack caería en esas redes de ignominia actoral, de no ser porque el neoyorkino saca a relucir todo su talento y levanta un producto que, de tener otro protagonista al frente, sería un fiasco total. Sin mentir, Backtrack es una película muy olvidable, que se alimenta de las tramas de otras similares mucho más exitosas, sin intentar demasiado diferenciarse de dichas compañeras de rubro.

Brody entonces es la espina dorsal de este procedimental fantasmal, en el cual interpreta a Peter Bower, un psicólogo acosado por una muerte en la familia que no lo deja descansar, y ha abierto las puertas a visiones espantosas que tiene tanto de noche como durante el día. Una misteriosa conexión entre sus pacientes lo empuja a hacer un redescubrimiento atroz en su vida, que lo lleva a su pueblo para descifrar el acoso del más allá que sufre día a día. El director y guionista Michael Petroni juega demasiado con pinceladas de The Sixth Sense como para que uno se sienta cómodo, abrumando con sustos imprevistos y sosos la investigación personal del protagonista, que tiene un buen hilo pero se va deshilvanando a medida que la trama se va concentrando en el pasado de Peter.

En tanto que la trama transcurre, Brody se ve mas acomplejado que nunca, hundiéndose en ese pasado que olvidó selectivamente y que ha llevado a un trágico accidente donde se vio involucrado. Pero así como Peter va cayendo más y más dentro de la madriguera de conejo que es su pasado, más se acompleja la trama, escribiéndose una y otra vez sobre sí misma, hasta desembocar en la revelación final que tiene coherencia pero es demasiado enrevesada para que cobre sentido desde el punto inicial de la película. Es un viaje con muchos giros agudos, no una curva de crecimiento sostenida que permita transitar al tren de la trama -broma con sentido dentro de la película, ejem- con ligereza. Viajando a toda velocidad, eventualmente Backtrack termina descarrilando debido al propio peso que se cargó en sus hombros, y el aplaudible trabajo de Adrien Brody se pierde en las vías de una película sin rumbo y un destino conocido.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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