Crítica de Blindado

Es un caso interesante el de Eduardo Meneghelli, que tras una larga trayectoria teatral decidió incursionar en el cine con una prolificidad pocas veces vista. Con las dificultades de filmar en Argentina, se despachó tres películas en un año. Una suerte de trilogía en el terreno del policial, con Gabriel Peralta como el protagonista absoluto. Blindado es una apuesta ambiciosa, con una digna producción y un importante equipo de talentos para comandarla, pero adolece de gruesos problemas que ya se notaban en Román y que esmerilan lo que podría haber sido un absorbente thriller psicológico.

Uno no quisiera tener que hacer tanto hincapié en las cualidades interpretativas del actor principal, pero es una pieza fundamental para entender por qué Blindado fracasa. No se puede determinar si es una decisión de Peralta, un pedido de Meneghelli o simplemente una demostración de la capacidad limitada del venezolano, pero su labor es mala. Luna está afectado por una tragedia personal reciente y, a pesar de tener licencia por unos meses más, decide volver a trabajar. Lo hace escuchando siempre la radio evangelista que se ha convertido en su brújula, aun cuando eso implique alienar a sus compañeros de ruta. Su presencia es irritante. Y la actuación, que parece ser el resultado de mezclar trauma con pastillas –y algún impedimento verbal o problema mental también-, anula todo tipo de empatía y hace imposible que uno se vea inmerso en la experiencia.

Es una verdadera lástima, porque el actor está bien rodeado. No es que tengan mucho para hacer, pero con Luciano Cáceres, Luis Ziembrowski, Lautaro Delgado o Gonzalo Urtizberéa había un cuarteto lo suficientemente diverso como para aprovechar mejor las posibilidades al alcance de la mano. Que los otros fueran algo más que compañeros de blindado comedores de empanadas, cuyo único propósito en la historia es reaccionar a la chocante forma de ser del protagonista.

Lunita tuvo un sueño en el que vio a una mujer y a su hijo. Ella es Selva, encarnada por la bella brasileña Aline Jones, y está en necesidad de que alguien la salve, que la proteja. Y el fornido Luna será quien se arrogue esa misión redentoria, impulsado por horas de discursos religiosos aleccionadores y por un claro sentimiento de culpa por la pérdida de los suyos. La idea está, pero se la deja a medio cocinar. Y hay una ejecución algo torpe que impide que esto termine de funcionar. Tenemos unos buenos planos aéreos, con los que se sigue el recorrido del blindado desde arriba. Cuando ese recurso se repite 10 veces, redunda sin sentido y genera rechazo.

El blindado es un perfecto escenario como para adentrarnos en la psiquis de un sujeto dañado, para lograr algo asfixiante, claustrofóbico, pero la indagación es sumamente limitada. Más bien se prefiere abusar de los sermones teológicos, a los que el espectador no presta atención y que de alguna forma parecen impactar en Luna. En el drama psicológico no se destaca, pero tampoco en algo con lo que se podía llegar a contar que es la acción. Tenemos un Blindado en el título, pero los aspectos de heist movie también brillan por su ausencia, por fuera de una secuencia aislada.

Para muestra un botón y no hace falta más que concentrarse en el breve diálogo de Luna con su abogada, en el que revela una devastadora verdad, que debería proporcionarnos otra óptica sobre la cual entender lo que él atraviesa. La displicencia con la que se ejecuta dicha escena, desde detrás y delante de cámaras, lleva a que dicha información se reciba con total indiferencia. Y es un caso que ejemplifica mucho de lo que sucede en esta película, que desperdicia en forma absurda su potencial.

 

 

 

 

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