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Un pueblo prejuicioso, una bruja que se mantiene al margen y su hija que quiere ser normal por sobre todas las cosas, una red de trata y una historia bastante lamentable. Bruja es una película argentina dirigida por Marcelo Páez Cubells que intenta mezclar géneros y fracasa de una manera un tanto estrepitosa y queda a medio camino en el afán de interpelar a la audiencia.
Selena (Erica Rivas) aprendió a hacer brujerías cuando era chica y desde ese momento entendió que todo hechizo venía con un precio que debía pagarsele a «La Damita», pero cuando su hija es secuestrada por una red de trata está dispuesta a pagar lo que sea necesario. Belén (Miranda De La Serna) es la única chica del pueblo que no tiene un celular, pero quiere eso, una vida más cercana a la «normalidad», pero su madre le dice que no, que no hay plata para un teléfono y que si necesita contactarla puede usar los huesos de pájaro que le dio. Dispuesta a conseguir el dinero necesario, acepta trabajar de «promotora» con unas amigas, pero son engañadas y vendidas a la villana de la historia: una insoportablemente exagerada Leticia Bredice.
En un intento trunco por mezclar el terror con una trama feminista, la película no consigue ninguno de sus objetivos: el peligro no se siente nunca debido a que la villana en ningún momento es creíble, el talento de Rivas está desperdiciado y no se luce para nada, y la estética de cine Clase B contrasta -y no de buena manera- con lo en serio que se toma a sí misma Bruja. También cuenta con las actuaciones de Rita Cortese, que protagoniza un momento Mufasa que causa gracia cuando no es la intención, y un Pablo Rago desganado.
En varias ocasiones se ha demostrado que se puede hacer cine de género en nuestro país. Este no es uno de esos casos.
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