Crítica de DeUsynlige / Aguas Turbulentas

Tras cumplir su condena por haber matado a un niño un joven comienza una nueva vida como organista de iglesia, no obstante la madre de su víctima lo encuentra y comienza a perseguirlo en un esfuerzo fatídico por conocer la verdad.

Jan Thomas sale de prisión luego de cumplir su condena por homicidio. Aunque en ningún momento queda del todo claro qué intentó hacer, hubo un secuestro de un nene que se vio frustrado por un accidente, el cual supuso la muerte del pequeño. Su capacidad para la música le permite conseguir trabajo como el organista de una Iglesia, desde donde intenta, sin éxito, expiar sus culpas y dejar atrás su pasado.

DeUsynlige (Aguas turbulentas) es una oportunidad para acercarse al cine noruego, el cual no tiene mucha repercusión en nuestro país. Las posibilidades de verlo tampoco abundan, si bien hubo en la Argentina un ciclo dedicado a la filmografía de la nación a mediados de febrero con una buena concurrencia, es difícil que esas películas logren hacerse un lugar en la ajustada cartelera de estrenos comerciales. En su tercera realización, Erik Poppe desarrolla una lograda historia de redención, capaz de esquivar la mayoría de los lugares comunes a su alcance. Además de un muy buen montaje y musicalización, el filme cuenta con acertadas interpretaciones, especialmente en la que mayor profundización necesitaba, la de Pål Sverre Valheim Hagen, su torturado protagonista.

Al llegar al punto climático del desarrollo, exactamente a la mitad, el filme cambia su perspectiva y encara la historia desde el punto de vista de la madre del niño fallecido. Lo que en un primer momento parece ser un novedoso y momentáneo cambio de enfoque, eventualmente termina convirtiéndose en un exceso de explicaciones que alargan la historia más de la cuenta y retrasan la resolución del conflicto. El tratamiento de dos personas opuestas, unidas por un hecho terrible del pasado que buscan dejar atrás, parece demasiado si para esto es necesario dedicar igual cantidad de tiempo a cada historia. Esto supone además que ciertos elementos sean subrayados y que se llenen espacios en blanco que no necesariamente necesitaban ser llenados, ya que se entendían con los datos que el espectador poseía.

Es más allá de esto una buena película que trata un tema delicado como la muerte de un niño sin recurrir a golpes bajos, pero que, a diferencia de otro filme de temática similar como Rabbit Hole (El laberinto), pierde fuerza por querer abarcar más de la cuenta.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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