Crítica de El Enemigo Interior / Me’ever Laharim Vehagvaot

Tras 27 años de servicio en el ejército, David es desmovilizado. Cuando regresa a casa, después de haber pasado años alejado, intenta hacerse un lugar en su nueva vida civil.

Con planos cortos presenciamos el retiro de David Greenbaum, un militar que trabaja en la frontera de Israel. Toda su familia está presente, sus compañeros le dedican discursos y una canción. Es el inicio de una etapa nueva que no necesariamente va a ser mejor, más bien todo lo contrario. Me’ever Laharim Vehagvaot (El Enemigo Interior) es una película de Eran Kolirin que muestra la vida de una familia en el Israel actual y trata de realizar una crítica sobre el trato que reciben los árabes en el país.

Una familia tipo, madre, padre y dos hijos. Él se acaba de retirar e intenta descifrar qué hacer con su futuro, esto lo lleva a vender suplementos alimenticios en reuniones en su casa. La madre es una profesora de secundario que inicia un romance con uno de sus alumnos y la hija menor empieza a salir con un joven árabe. El otro hijo queda relegado durante toda la película, cobrando importancia sólo en el último acto. Los conflictos que se plantean son bastante ordinarios y este parece ser el fuerte del film, un drama basado en la cotidianidad. Pero a medida que la historia avanza, los conflictos van creciendo hasta alcanzar proporciones poco creíbles con respecto a la narrativa que se estaba manteniendo.

El Enemigo Interior puede llamar la atención por la realidad que muestra, una que a nosotros nos puede resultar totalmente ajena. El ejército en todos lados, simulacros de bombardeos donde cada uno de los habitantes debe llevar su máscara de gas. Noticias diarias sobre Palestina. Quizás por eso es difícil relacionarse con los personajes, además de que aborda una temática sobre la que la mayoría tiene una posición tomada.

Superando el tema ideológico –que atraviesa toda la película- estamos en presencia de una obra diferente en cuanto a ritmo y trama a lo que estamos acostumbrados a ver. Presentada en la categoría Un Certain Regard de la edición 2016 del Festival de Cannes, va apilando los conflictos de manera ascendente y las historias de cada uno de los personajes se entrecruzan hasta llegar a un desenlace que se siente incompleto y casi acelerado en relación a los tiempos que venía manejando.

«Nadie va a convencerme de que no somos buenas personas», le dice David a Rina, su esposa, casi al final. Lo que queda es esto, una familia que intentará volver a la normalidad que conocen luego de vivir situaciones límite y desafiantes. Una película diferente que merece atención pero que, dependiendo los gustos, puede llegar a defraudar.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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