Crítica de End of Watch / En La Mira

Dos de los mejores policías de Los Ángeles conservan una gran amistad. Pero debido a un descubrimiento durante una de sus patrullas por la ciudad, logran ponerse en contra al cártel más peligroso, que ahora va tras ellos y sus familias.

Un dúo de policías patrulla por las calles de Los Ángeles. Su día a día transcurre entre arrestos a delincuentes de poca monta, persecuciones al más puro estilo americano y tiroteos de los que milagrosamente salen ilesos. Son héroes y, sin embargo, los agentes Taylor y Zavala no se ven más que cumpliendo su misión con honradez, como auténticos hermanos dispuestos a todo por el otro, con una amistad a prueba de bombas y con el deseo de una vida familiar feliz. Su actividad es frenética y también peligrosa, sobre todo desde el momento en que un cártel mexicano les jura venganza. End of Watch se las arregla para ofrecer suficiente brío en sus secciones violentas y empatía hacia su pareja central como para constituir un más que absorbente espectáculo a caballo entre el thriller adrenalínico y un documental realista acoplado de una forma más que interesante.

Lo que la hace tan destacable es el recurso del metraje encontrado, lo cual representa una novedad en el género, sumado a la ya reconocible impronta de David Ayer, un autor que vuelve a utilizar bastantes de las señas de identidad estilísticas y temáticas ya mostradas en anteriores trabajos tras la cámara como Harsh Times y Street Kings, o en su celebradísimo guión de Training Day. Aparte de la buena ambientación conseguida por el montaje y fotografía, las interpretaciones de Jake Gyllenhaal y Michael Peña resultan convincentes y con personalidad —sus policías están bien construidos desde el guión del propio realizador—, cargadas de fuerza y autenticidad, con buena química y complicidad. Muestran dureza y firmeza de convicciones en su cometido patrullando las calles, y también fragilidad y sentimiento humano con los suyos. Frente a la brutalidad de un ambiente sórdido y violento, el director rescata un espíritu de nobleza y amistad, de generosidad y sensibilidad, el que existe entre estos dos hermanos de placa que hablan de códigos policiales con la misma confianza y facilidad que de sus mujeres, que exaltan el ideal corporativo, honesto y solidario del cuerpo —algo nada habitual en el cine— para hacer frente a esos cárteles de explotación y crimen.

Los caminos por lo que transita End of Watch son los habituales, y más allá de mostrar lo duros que son los barrios marginales del sur de la ciudad californiana, el más loable mensaje crítico que propone es que cualquiera puede hacerse con una placa y una pistola a ambos lados de la ley. Sus motivaciones varían, evidentemente, pero así está la cosa. Creíble y astutamente equilibrada en su mezcla de investigación algo tosca, acción naturalista y alivios cómicos eficaces, logra aportar interés a un género que a estas alturas necesita frescura.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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