Crítica de Ghostbusters / Cazafantasmas

Luego de una invasión fantasma en Manhattan, las entusiastas paranormales Erin Gilbert y Abby Yates, la ingeniera nuclear Jillian Holtzmann y la trabajadora vial Patty Tolan se agrupan para detener a la amenaza de otro mundo.

No hay nada peor en este mundo que el fanatismo mal encaminado, y de eso sabe mucho esta reimaginación de Ghostbusters. Meses antes de su estreno, la nueva producción del genial director de comedias Paul Feig tuvo que enfrentar un duro rebote del público, que mayormente clamaba que la saga «ya no era lo mismo» por tener a cuatro mujeres al frente de la franquicia, en vez de hombres. Quizás sea misoginia absoluta disfrazada de «no toquen a los Cazafantasmas», pero lo cierto es que por momentos se creía una batalla perdida, un fracaso incluso mayor que el que vio hace meses Batman v Superman, y todo esto basándose en un par de trailers y clips, sin ver el producto completo. Con este prospecto, la película tenía una difícil tarea por delante, que afortunadamente cubre a duras penas, ya que no es la maravilla que debería haberle tapado la boca a más de uno, pero tampoco es el desastre que muchos vaticinaron.

Uno de los máximos problemas que tiene en el camino este botón de reinicio que aprieta Feig, es el valor nostálgico que trae aparejado el sacar a la saga de las sombras. Han pasado treinta años desde la original, que se ha convertido en un clásico a estas alturas con tantas repeticiones en la televisión y tantos momentos inmortalizados con el paso del tiempo. Feig y su co-guionista usual Katie Dippold (The Heat) tuvieron la ardua tarea de hacerle un gran guiño a ello. Pero también insuflar aire fresco y actual a los procedimientos de la comedia, además de trabajar con una calificación PG-13 para acceder a un público mayor, cuando sabemos que ellos funcionan mejor con la comedia restringida. Son muchos detalles que se le suman a lo que el estudio pedía del producto contra lo que ellos querían ofrecer, creando una tormenta de condiciones que por momentos funciona, pero en otros se aplasta a sí misma en el intento de satisfacer a todo el mundo.

Viéndola y juzgándola tal cual está ahora, Ghostbusters es una agradable y bobalicona comedia sobrenatural, con bastante acción desperdigada durante el metraje, que sobresale mucho cuando se enfoca en las relaciones interpersonales entre el cuarteto protagonista. Tanto Kristen Wiig como Melissa McCarthy ya han demostrado con creces su excelencia en la comedia. Ambas tienen una conexión instantánea, lo que favorece su relación en pantalla, pero a Wiig se la nota a mitad de la capacidad usual, mientras que McCarthy -usualmente la carta salvaje del elenco- llena los zapatos de Abby de manera seria -graciosa pero seria-, lo que le impide liberar todo su poderío físico al que siempre nos tiene acostumbrados. Y su mala lengua, otro as bajo la manga, se queda guardada esperando la próxima oportunidad. Pero mientras que estas dos consagradas actrices dejan espacio para el resto, es cuestión de ver cómo se mueven las sorpresas del momento, en la piel de la brillante Kate McKinnon, la brutal Leslie Jones y el inesperado Chris Hemsworth.

La Holtzmann de McKinnon será un instantáneo suceso con sus extravagantes comentarios y modismos, mientras que Jones, si bien recurre mucho al lunfardo callejero del personaje negro de turno, tiene la dimensión agregada de ser la única en el grupo que no es una científica, sino una ciudadana con muchas ganas de ayudar. Hemsworth, por otro lado, sobresale en el reverso de un papel habitual en las comedias: la secretaria sensual y despistada. Por una vez, el cambio es muy interesante y provoca varias secuencias magistrales de comedia, a las que el fornido actor siempre le presta su cuerpo y actitud para que lleguen a buen puerto. Hay cameos de sobra, pero no conviene adelantarlos sino descubrirlos en pantalla.

En sus últimos comentarios, Feig admitió que el primer corte de la película duraba unas 4 horas, para luego recortarla a 3 y finalmente presentar una versión de cerca de 2 horas para que sea asequible al público. Es de sobra conocido que esa duración es extremadamente larga por la libertad con la que los actores improvisan momentos y frases, y por dicha razón la edición de Ghostbusters puede sentirse caótica, saltando de una escena a otra sin muchos miramientos. Para durar 2 horas, realmente se siente como un viaje más corto de lo usual debido a este montaje forzado, además de que la historia no tiene grandes vueltas de tuerca ni tampoco un villano con mucho peso para generar un buen contrincante para el grupo de féminas. Pero no por ello es menos disfrutable. El elenco está preparado para las escenas de comedia y las de acción por igual, los efectos digitales destacan por su suavidad y colorido bien chillón -aunque se extrañen a veces los efectos prácticos pegajosos- y en el camino se va borrando el mal sabor que muchos se empeñaron en adosarle.

Ghostbusters es la película más grande y costosa al momento de Paul Feig. Es una gran apuesta, con una saga muy querida, y los primeros silbidos eran de esperarse. No pasará a la historia como una excelente comedia sobrenatural, pero es muy entretenida, tiene pasajes gloriosos y demuestra que un grupo de mujeres puede resultar igualmente satisfactorio como heroínas que un grupo de hombres. Poder se puede y Feig lo demostró una vez más. Resta disfrutar ahora del algodón de azúcar fantasma que el director creó para el público.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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