Crítica de Johnny English Reborn / Johnny English Recargado

Johnny English Recargado es la vuelta del espía más insólito del servicio secreto. En esta oportunidad, deberá detener a un grupo de asesinos internacionales antes de que eliminen a un líder mundial y abran la puerta al caos global.

Hay que reconocer un mérito que Johnny English Reborn tiene sobre su antecesora, y es la capacidad para que la acción se desarrolle sin necesidad de largas y tediosas explicaciones. La primera carecía de fluidez natural, cada misión, cada asalto, cada plan del villano, todo estaba previamente interpretado por algún personaje que decidía repasar en voz alta lo que estaban a punto de ejecutar. En esta segunda oportunidad aquello está más disimulado y la historia se desenvuelve mejor, no obstante se trata de una copia fiel a la original, con personajes diferentes pero con situaciones calcadas.

El cambio más evidente es en torno a la figura del protagonista. Johnny English es un hombre perseguido por una misión fallida que le costó la vida a un hombre y en la que él fue el culpable, por más vueltas ilógicas que se le de al guión para demostrar que después de todo era inocente. Además dejó de ser aquel torpe agente carente de habilidades que debía mucho de su éxito a la suerte. Ahora, si bien es víctima de sus propias equivocaciones y malos entendidos, se encuentra altamente capacitado y en más de una ocasión supera obstáculos por su talento como espía. De esta forma, lo que nació como una parodia de James Bond pierde en parte su sentido original, quedándose a medio camino entre lo uno y lo otro, entre la acción, que no es mucha, y la comedia, fallida por ser una mera repetición.

Rowan Atkinson cosechó una larga carrera como el alter ego de Mr. Bean, rol que emerge de forma innata en cada una de sus interpretaciones. El humor físico, las expresiones faciales, la torpeza acompañada de la suerte, el buen corazón, cada uno de los elementos de su gran personaje forma parte de aquellos papeles menores como el de Johnny English. Si a esto se suma una historia ya contada, se siente como ver la misma película ocho años más tarde.

Que el jefe desconfíe, que el bueno en verdad sea malo, que se pueda contar con la bella ayuda femenina y el compañero inseparable, son elementos repetidos que se pueden llegar a tolerar para una comedia de espías. Pero que la historia y las «escenas cómicas» sean las mismas da cuenta de una falta de originalidad que señala a las claras que este es el límite para la saga.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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